La il·lusió de la competència.



Sin duda, es típico que la gente sobreestime sus habilidades. Un estudio encontró que el 80 por ciento de los conductores se clasifican como por encima del promedio – una imposibilidad estadística. Y tendencias similares se han encontrado cuando las personas valoran su popularidad relativa y sus habilidades cognitivas. El problema es que cuando las personas son incompetentes, no sólo llegan a conclusiones equivocadas y toman decisiones desafortunadas, sino que también carecen de la capacidad de darse cuenta de sus errores. En un estudio semestral de estudiantes universitarios, los estudiantes buenos podían predecir mejor su desempeño en los exámenes futuros si se les daba retroalimentación sobre sus calificaciones y percentil relativo. Sin embargo, los peores no mostraron ninguna muestra de reconocimiento, a pesar de comentarios claros y repetidos, de que lo estaban haciendo mal. En lugar de estar confundidos, perplejos o reflexivos por sus errores, la gente incompetente insiste en que su forma de hacer las cosas es la correcta. Como Charles Darwin escribió en The Descent of Man(1871): “La ignorancia más frecuentemente genera confianza de lo que lo hace el conocimiento”.
Curiosamente, las personas realmente inteligentes también fallan a la hora de autoevaluar con precisión sus habilidades. Tanto como los peores estudiantes sobreestiman sus habilidades, los mejores subestiman las suyas. En su estudio clásico, Dunning y Kruger encontraron que los estudiantes de alto rendimiento, cuyas puntuaciones cognitivas estaban en el cuartil superior, subestimaron su competencia relativa. Estos estudiantes suponían que si estas tareas cognitivas eran fáciles para ellos, entonces debían ser tan fáciles o incluso más fáciles para todos los demás. Este denominado «síndrome del impostor» puede asimilarse al efecto inverso del efecto Dunning-Kruger, en el que las personas sobresalientes no reconocen sus talentos y piensan que los demás son igualmente competentes. La diferencia es que las personas competentes pueden y ajustan su autoevaluación dada la retroalimentación apropiada, mientras que las personas incompetentes no pueden.
Y ahí está la clave para no terminar como el tonto ladrón de bancos. A veces probamos cosas que conducen a resultados favorables, pero otras veces, como la idea del zumo de limón, nuestros enfoques son imperfectos, irracionales, ineptos o sencillamente estúpidos. El truco es no dejarnos engañar por ilusiones de superioridad y aprender a reevaluar con precisión nuestra competencia. Después de todo, como se supone que decía Confucio, el verdadero conocimiento es conocer el alcance de la propia ignorancia.
Kate Fehlhaber, Lo que los sabelotodos no saben, o la ilusión de competencia, Cuadernos de Cultura Cientifica 25/05/2017

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