La vida cínica: contra les convencions humanes (Michel Foucault).
La vida recta como característica de la verdadera vida en
el sentido tradicional de la expresión era una vida de conformidad con cierto logos, que (por su parte) se ajustaba a
la naturaleza. La vida recta era una vida conforme a la naturaleza, pero
también a las leyes o, al menos, a algunas de las leyes, reglas y costumbres que
se convenían entre los hombres. (…)
El cínico va a retomar el tema de la verdadera vida como
vida recta, vida conforme. Con una precisión: lo hará de tal manera que esa
vida recta va a convertirse en una vida totalmente otra. En efecto, la
conformidad a la que los cínicos ajustan el principio de la verdadera vida, la
vida recta, sólo se apoya en el ámbito de la ley natural. Únicamente lo que es
del orden de la naturaleza puede ser un principio de conformidad para definir
la vida recta según los cínicos. En la vida cínica no puede aceptarse ninguna
convención, ninguna prescripción humana, si no se ajustan exactamente a lo que
se encuentra en la naturaleza, y sólo en la naturaleza. De tal modo, los
cínicos rechazan, desde ya, el matrimonio, rechazan la familia y practican o
pretenden practicar la unión libre. Y del mismo modo, rechazan todos los tabúes
y convenciones alimentarias. (…)
El principio de una vida recta que debe ajustarse a la
naturaleza conduce a la valoración positiva de la animalidad. Y eso también es algo
singular y escandaloso en el pensamiento antiguo. Podemos decir, de manera
general y si resumimos mucho, que la animalidad tenía en el pensamiento antiguo
el papel de punto de diferenciación absoluta para el ser humano. Al
distinguirse de la animalidad, éste afirmaba y manifestaba su humanidad. En
mayor o menor medida, la animalidad siempre era un punto de repulsión para esa
constitución del hombre como ser racional y humano. (…)
A la animalidad se la cargará de un valor positivo, será
un modelo de comportamiento, un modelo material sobre la base de la idea de que
el ser humano no debe necesitar aquello de lo cual el animal puede prescindir.
(…) Habida cuenta de que la necesidad es una debilidad, una dependencia, una
falta de libertad, el hombre no debe tener otras necesidades que las del
animal, las necesidades satisfechas por la naturaleza misma.
Para no ser inferior al animal, hay que ser capaz de
asumir esa animalidad como forma reducida pero prescriptiva de la vida. La
animalidad no es un dato, es un deber. O, mejor dicho, es un dato, es lo que la
naturaleza nos ofrece directamente, pero al mismo tiempo es un desafío que debe
aceptarse de manera constante. (…) La animalidad es un ejercicio. Es una tarea
para sí mismo y, a la vez, un escándalo para los otros. (…) El bíos philosophikós como vida recta es la
animalidad del ser humano aceptada como un desafío, practicada como un
ejercicio y arrojada a la cara de los otros como un escándalo. (276-279)
Clase del 14 de
marzo de 1984. Segunda hora.
Michel Foucault, El coraje de la verdad, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires
2010
Comentaris