El pensament i la voluntat.


Lo más sobresaliente del pensamiento es el extraordinario ejercicio de su poder creador. El pensamiento asume o corrige la realidad si posee una calidad superior y entera. El pensamiento puede hacer, en efecto, más oscuro un porvenir indeterminado, pero también dotarlo de una esperanza que construye con su luz o su energía. Ciertamente no logrará reformas materiales instantáneas pero, al cabo, lo que importan no son los milagros inmediatos sino la tendencia que el pensamiento instala hacia el futuro.

En tiempos felices el pensamiento se deja mecer, pero en los adversos debe ponerse en pie y trabajar con ahínco. Sin pensamiento no hay voluntad de pensamiento. Y viceversa, no hay voluntad sin un pensamiento voluntarioso. La voluntad de cambiar las cosas indeseables empieza por cambiar la pena del diagnóstico que el pensamiento ha dejado cundir sobre ellas. Por esto, cambiando su actitud, se constituye en el capitán de la siguiente acción constructora. 

Sin duda, no es de ninguna manera fácil proceder así porque, en general, hallándose las circunstancias torcidas el pensamiento deberá empeñarse en la dura voluntad de invertir o retorcer la malaventura para repensar positivamente. Parece un imposible este bucle de querer queriendo o pensar el bien repensando desde el mal pero es así como se alcanza la salvación, el alivio o la asunción serena.

Un pensamiento endeble dejará el ser a la deriva. Pero un pensamiento con firme voluntad de vencer dirige el rumbo hacia lo mejor, sea la paz del mal, la pasión del bien o la fe en forjar el destino propio, aun dolorido.

Vicente Verdú, La fuerza del pensamiento, El Boomeran(g), 19/5/2015

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