Pre-judicis i prejudicis.


La interpretación de la realidad no es nunca primeriza, ni podemos adoptar ante la que ha de venir de manera insoslayable una actitud ingenua. Antes que la realidad nos alcance le salimos al encuentro con otra de carácter premonitorio, anticipada, intuida. El sujeto se dirige hacia la situación que espera, con una "teoría" (sensoperceptiva e interpretativa) acerca de la misma y, por tanto, el encuentro viene sesgado por esa teoría previa, de la que no se despojará fácilmente. Pretendemos que de ese encuentro salga confirmada nuestra hipótesis preexistente. Los errores acerca de la visión de una realidad derivan ante todo de la terquedad con que se resiste a dejarse ver como hemos imaginado, y deseado, que sea. Si pudiéramos despojarnos de pre-juicios y prejuicios, quizá se derivarían otros inconvenientes (tal vez iríamos detrás de ella, lentificando el procesamiento e imposibilitados de aprehenderla por su versatilidad), pero estaríamos en condiciones de ver lo que es y significa la realidad objetivamente. (...) No se trata sólo, como he dicho, del prejuicio (en el sentido de actitud orejuiciosa), sino del pre-juicio.

Carlos Castilla del Pino, El delirio, un error necesario, Círculo de lectores, 1998

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