El que comparteixen Freud i Hobbes.
Dada la relación que Hobbes establece entre cultura y subjetividad, no es extraño que se hayan buscado paralelismos entre su obra y la teoría freudiana de la cultura. En ambos casos, el problema de la sociabilidad se reconduce a la naturaleza impulsiva del ser humano, ya se trate del ansia ilimitada de poder tras poder o del impulso de vida y el conflicto y la disociación generado por el impulso de muerte. "Detrás de cada prohibición se esconde un deseo", decía Freud, y la propensión a evadirse de la realidad es una amenaza siempre presente. De ahí que se configure la represión de los instintos y la institucionalización del poder como única condición de posibilidad de la existencia social. Salvadas las distancias entre cada uno de estos autores, ambos comparten la idea, ciertamente moderna, de que la vida en sociedad no es producto de un impulso natural de sociabilidad, sino el resultado de una firme convicción racional: que el interés propio de cada cual se encuentra salvaguardado dentro de un punto de referencia social.
El miedo a las consecuencias del propio comportamiento no restringido -y a su generalización en los otros- es lo que obliga a disciplinar las pasiones. El hombre renuncia así a las demandas de gratificación inmediatas en nombre de un interés más duradero y rentable. Desde luego, al menos para Freud, esto tiene sus consecuencias para la salud psíquica de las personas y provoca también el malestar en la cultura, pero esto nos lleva por otros derroteros.
Fernando Vallespín, El monopolio de la violencia, Temas de nuestra época. El País, 07/04/1988
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