El culte a la previsió i el bestiari contemporani.
Este culto a la previsión —más que ideología, una religión secular— se alimenta de bestiarios contemporáneos: cisnes negros, rinocerontes grises, elefantes blancos, dragones amarillos. No son criaturas mitológicas: son metáforas del desastre. Figuras simbólicas que condensan los tipos de crisis que pueden derribar una civilización como un suspiro hace caer una casa de cartas.
Como no tenemos dioses para protegernos, los hemos reemplazado con metáforas zoológicas. Cada animal evocado no es simplemente una figura pintoresca, sino un símbolo de una forma específica de colapso, una tipología del desastre:
El cisne negro: popularizado por Nassim Nicholas Taleb, representa eventos extremadamente improbables pero de consecuencias catastróficas, como el 11-S o la crisis financiera de 2008. Cosas que, tras ocurrir, parecen obvias en retrospectiva, pero que nadie vio venir (o nadie quiso ver).
El rinoceronte gris: concepto de Michele Wucker. A diferencia del cisne negro, es un peligro grande, evidente, y que viene hacia nosotros al trote pesado, pero que preferimos ignorar porque su presencia es incómoda, paralizante. Ejemplo: el evenjecimiento de la población o la estafa piramidal de las pensiones.
El elefante blanco: hace referencia a proyectos o activos costosos, inútiles, insostenibles. Algo que consume recursos sin rendimientos equivalentes, mantenido por razones políticas, simbólicas o inercia institucional.
El canario en la mina: son las señales tempranas de peligro. En las minas de carbón, los canarios morían antes que los humanos por la presencia de gases tóxicos. Hoy se usa para describir indicadores precoces de crisis inminentes. Ejemplos: aumento del suicidio juvenil, caída de fertilidad,
El dragón negro: usada en algunos informes de riesgo: combina la imprevisibilidad del cisne negro con una intencionalidad maliciosa. Se asocia a actores que deliberadamente provocan el caos (por ejemplo, ciberataques estatales o terrorismo financiero).
El dragón amarillo: aunque menos conocido en el ámbito occidental, se ha usado para aludir a los peligros emergentes asociados con China o con el poder asiático en general. Una imagen arquetípica del riesgo no cartografiado, lo que aún no tiene nombre pero ya respira bajo la cama.
Así, China está liderando el futuro del planeta porque es capaz de establecer planes a largo plazo. Pero los planes a largo plazo son fructíferos cuando no asoma ninguna de las criatruas anteriormente mencionadas.
China construye, planifica, moldea. Cada autopista elevada, cada ciudad artificial, cada megainversión en inteligencia artificial o infraestructuras africanas es una declaración de fe en el control. Una suerte de conjuro contra el azar.
Pero ese mismo control es su talón de Aquiles. Porque el porvenir no se deja encerrar en jaulas de datos ni se doma con planes quinquenales. La historia de los colapsos, que Diamond tan meticulosamente registra, también es la historia de un exceso de confianza, de sociedades que creyeron haber vencido al caos y terminaron devoradas por él. El verdadero enemigo no es el cisne negro. Es la ceguera al cambio.
Y sin embargo…
Sin embargo, China continúa planificando. Y nosotros, a nuestra escala, también. Decidimos tener hijos. Optamos por seguir adelante usando nuestros sueños como esa zanahoria que cuelga a escasos centímetros del belfo del burro.
Es como una revuelta silenciosa contra la entropía.
Tal vez —como intuía Walter Benjamin mientras contemplaba al ángel de la historia siendo arrastrado hacia atrás por una tormenta llamada progreso— no nos dirigimos hacia la redención, sino a una ruina minuciosamente documentada. Tal vez el futuro no sea una promesa, sino una trampa. Y aun así, cavamos jardines en las ruinas, bautizamos a nuestros hijos con nombres de estrellas, escribimos libros, cocinamos para los amigos, amamos con la ternura de quien sabe que todo puede arder mañana.
Porque aceptar la posibilidad del desastre no significa rendirse a él. Significa mantener los ojos abiertos en la noche. Significa, simplemente, no apagar la vela, mientras esas criaturas de la incertidumbre —cisnes, rinocerontes, canarios, elefantes, dragones— acechan en las sombras.
Sergio Parra, El bestiario que realmente determina nuestro futuro, Sapienciología 24/04/2025
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