El poder de la paraula.







Los japoneses tienen un término para este concepto: Kotodama, la creencia de que el lenguaje encierra un poder místico. Puede ser traducido como «alma del lenguaje», «espíritu del lenguaje», «poder del lenguaje», «palabra mágica» y «sonido sagrado». Es decir, los sonidos pueden influir mágicamente en la materia (una forma de animismo), y el uso ritual de las palabras puede afectar nuestro entorno: cuerpo, mente y alma. La palabra moldea la realidad. Toda vida termina por ser una narrativa más o menos definida, más o menos tangible, de una sucesión de estados intransferibles y en definitiva indecibles. 

La poesía es acción, es un ente transformador. «Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza… La poesía revela este mundo; crea otro», al decir de Octavio Paz. A través de la palabra, Dios y los poetas crean. El poeta es, sin lugar a dudas, un ser particular; un elegido y un crucificado. De su pluma brota vida, es la fuente primigenia de mitos y religiones, lega a los mortales la eternidad.

Este poder sagrado mora implícito en la etimología de la misma palabra «poesía»: derivada del latín poēsis, que a su vez viene del griego ποίησις (poíesis), que significa «hacer» o «materializar». Pensemos en la palabra inglesa spell, con dos significados divergentes pero la misma raíz etimológica. Proviene del germánico spellian, que significa «contar» o «relatar». Pero también la usamos para hablar de un «encantamiento» o «hechizo» (to put under a spell o to cast a spell). Esto en tanto elocuente. Como verbo, to spell significa escribir o, más precisamente, deletrear.  

Juan Ignacio Espel, El evocador poder del lenguaje, El vuelo de la lechuza 03/03/2024

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