Propaganda, economia i política.



En 1933, el Tercer Reich iba a la zaga de Inglaterra —y, posiblemente, de la Unión Soviética—, pero, como en tantas otras áreas, fue ganando terreno rápidamente y terminó superando a sus modelos, incorporando, de alguna manera, técnicas tanto soviéticas como occidentales. Al igual que los soviéticos, el ministerio alemán se hizo cargo de todos los detalles de la programación, cuyos contenidos controlaba por completo. Como programador jefe, Goebbels determinó que la fórmula correcta para forjar la «comunidad popular»(Volksgemeinschaft) no consistía en discursos constantes, sino más bien en entretenimiento musical ligero salpicado por material político en vez de anuncios, y algún gran evento de vez en cuando: un discurso de Hitler o de Goebbels, denominado «momento nacional». Entendió, como habían comprendido los comerciantes de atención occidentales, que con un poco de azúcar la píldora pasará mejor. De esta manera, la exposición a los temas fundamentales del Partido Nacionalsocialista pasó a formar parte de la dieta diaria de casi todos los alemanes.

Para el académico estadounidense Max Lerner, que escribió en 1933, era evidente lo mucho que el ministerio se había inspirado en los Estados Unidos. «El estado democrático […] desarrolló una técnica de publicidad y ventas de alta presión, un periodismo extravagante, una radio y un cine que grababan los mismos estereotipos en millones de cerebros […]. El golpe más duro que han asestado las dictaduras a la democracia ha sido el halago de adoptar y perfeccionar nuestras técnicas de persuasión más preciadas y el desprecio subyacente que inspira en nosotros la credulidad de las masas». En resumidas cuentas, el Tercer Reich había aprovechado las enseñanzas de la propaganda de la década de 1910 y la publicidad de la de 1920 y les había dado un uso propio. (302-303)

Tim WuComerciantes de atención. La lucha épica por entrar en nuestra cabeza, Madrid, Capitán Swing 2020

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