Abracadabra





El filósofo John Austin explicó que algunos vocablos hacen. Es decir, que con ellos la acción y la palabra van juntas como el fuego y su brillo. Así, la presidenta del Congreso suspende el pleno al anunciar “se suspende la sesión”. Y cuando un testigo ha pronunciado “sí, juro”, cometerá perjurio si miente.

Las palabras hacen hasta en los cuentos: hay que decir “abracadabra” para que se abra la cueva.

... uno puede rechazar un helado y no por eso considerarlo inmoral. Además, el verbo “rechazar” no hace necesariamente: podemos comunicar que rechazamos unos bombones y sin embargo comerlos. Mientras que si pronunciamos “condeno ese atentado”, no podemos decir que lo condenamos y al mismo tiempo no condenarlo, de igual modo que al expresar “te felicito” estamos felicitando y no podríamos no felicitar a la vez que decimos “te felicito”. Incluso si no se hablase con sinceridad, se estaría felicitando.

Hay que agarrarse a las palabras y decir “yo te bautizo” para bautizar; o “te pido disculpas” para disculparse; o “gracias” para agradecer. Y esas palabras sí cambian algo, porque los hechos activados (el bautismo, la gratitud, la disculpas) no existían antes de ser pronunciadas.

Por tanto, la palabra “condeno” sí que serviría, porque refleja el eficacísimo valor que contiene: descalificar la violencia, limpiar la política, establecer un antes y un después de ser pronunciada. “Condenar” es un verbo que hace

Álex Grijelmo, Palabras que hacen cosas, El País 05/06/2020

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