Un ésser tràgic.



1 Definimos la felicidad como el estado (por lo general pasajero) en el que la realidad coincide con nuestros deseos.


2 Por analogía, desgracia debe ser la no coincidencia entre deseo y realidad.

3 En otras palabras, podemos denominar desgracia a la distancia entre deseo y realidad.

4 Cuanto mayor es la distancia tanto más desgraciados somos.

5 Nuestra felicidad (o nuestra desgracia) depende, por una parte, de la magnitud, la intensidad y la cantidad de nuestros deseos, y, por otra, de la naturaleza de la realidad.

6 Mi desgracia puede deberse a que tengo deseos desmesurados y excesivos, que (con toda justicia) permanecen incumplidos. O puede que mis deseos sean «razonables» (en el término medio humano), pero que la realidad se ensañe conmigo (como con Job). Hablamos entonces de adversidad.

7 Tenemos una concepción estadística de la felicidad. Creemos que una persona con deseos

«razonables» deberá tener éxitos y fracasos en igual medida. (Demostración: las expresiones «cambiará la suerte», «la rueda de la fortuna», etcétera.)

8 La vida, sin embargo, no confirma esta creencia. Por lo general, satisfacen más deseos quienes tienen muchos e intensos que quienes tienen pocos y modestos. Sólo que la naturaleza insaciable de los primeros raramente les deja sentir el estado de equilibrio que llamamos felicidad.

9 La distancia que hemos llamado desgracia actúa en sentido positivo o negativo. No tengo lo que deseo, o tengo algo que no deseo (una enfermedad, por ejemplo).

10 Quienes dan «recetas para la felicidad» se proponen habitualmente modificar o disminuirlos deseos, puesto que incidir en la realidad no es fácil. Naturalmente, cuantos menos deseos tengamos menos peligro correremos de frustración y sufrimiento.

11 El paso siguiente es el pensamiento de Buda, que enseña la supresión del deseo como antídoto infalible contra la desgracia. (Y aún más efectivo: la supresión del origen de todo deseo, la supresión del yo.)

12 En los animales, la brecha entre deseo y realidad es minúscula. El animal ve colmadas sus aspiraciones fundamentales con lo que le brinda el entorno. Está absolutamente adaptado a su medio.

13 Es difícil hablar de animales felices y desgraciados, pues la tensión entre esos dos polos (humanos) no debe de darse entre ellos. Aunque algo me dice que las aves del cielo deben de ser felices...

14 Contrariamente a los animales, el ser huma no tiene deseos que, «por naturaleza y por posi ción», son irrealizables. Anhela la inmortalidad. Lo único, sin embargo, que sabe con certeza so bre su futuro es que un día morirá.

15 Podríamos definir al ser humano como el animal que desea siempre más de lo que puede alcanzar. El animal inadaptado. Dicho de otro modo, podríamos definir al ser humano como el ser que lleva dentro de sí la desgracia, que le es connatural.

16 O, también, podríamos definir al ser humano como el animal trágico. Pues, ¿qué otra cosaes la tragedia sino la vivencia agonística de la fractura entre el ser humano y el mundo?

17 Cuanto más humano es alguien tanto más desea y demanda, tanto mayor es la brecha. Y si es héroe, lucha y perece. Y si es artista, intenta llenar la brecha con formas.

18 Si el ser humano, en cuanto humano, lleva dentro de sí la desgracia, ciertas categorías de seres humanos tienen mayor propensión a ella. E incluso ciertas naciones. Entre ellas, sin duda alguna, los griegos. Los griegos de hoy.


Nikos Dimou, La desgracia de ser griego, Anagrama, Barna 2012

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