Les raons de la desobediència civil.
¿Gandhi? ¿Martin Luther King? Olvídense. Si se trata de desobediencia
civil, nadie da lecciones al Gobierno español. Como prestidigitadores
legales, en solo un año de mandato el partido que dirige Mariano Rajoy ha hecho
desaparecer los delitos de decenas de miles de evasores fiscales, evitado la demolición de construcciones ilegales a lo largo de
toda la costa española, indultado (no una, sino dos veces) a policías torturadores y creado un refugio jurídico para tratantes de casinos.
El mensaje a los ciudadanos es simple: no deben ustedes incumplir la ley, pero
si lo hacen durante el tiempo suficiente (y son de los nuestros, claro está),
podremos organizar su rescate. Que no cunda el pánico.

La buena noticia es que esta paradójica actitud libertaria de las autoridades supone una inspiración para otras muchas causas en las que la desobediencia pacífica de las leyes constituye una herramienta eficaz de protesta y reforma social. Les propongo algunos ejemplos recientes:
- La objeción de profesionales de la medicina y la enfermería a la
ley que excluye a los inmigrantes pobres del derecho a la salud. Los centenares
de profesionales que se han acogido a este salvavidas ético son héroes anónimos
de nuestro tiempo, pero sobre ellos podrían caer importantes sanciones
administrativas.
- La oposición a los desahucios que amenazan cada semana a miles de familias
de nuestro país. Grupos de
ciudadanos valientes se interponen entre las víctimas y el entramado
público-bancario, aunque eso suponga arriesgarse a una detención o a un golpe (a
menudo a ambos).
- Las Brigadas Vecinales
de Observación de Derechos Humanos, que documentan y denuncian las redadas
de la policía contra inmigrantes irregulares, interrumpiendo ocasionalmente
estas operaciones. Alguno de sus miembros acabó en los tribunales.
- Los centenares de padres y madres que se oponen a que sus hijos cursen la asignatura de Educación
para la Ciudadanía, a veces a riesgo de que los niños pierdan el curso.
Con independencia de lo que pensemos de ellos (yo simpatizo bien poco con la
última causa), cada uno de estos grupos ha elegido una opción similar: incumplir
las leyes que consideran injustas. No lo hacen a costa del dinero, los recursos
naturales o la seguridad ajena (más bien lo contrario), pero incumplen la ley y
están dispuestos a asumir las consecuencias. Al fin y al cabo, el poder de la
desobediencia civil pacífica está precisamente en el hecho de que sus
protagonistas se sacrifican en beneficio de una causa, lo que puede acabar
arrastrando al conjunto de la sociedad cuando esta causa lo justifica (más de un
Nobel de Paz ha recaído en un "delincuente" reincidente).
Lo que hace el Gobierno es diferente. Utilizando sus prerrogativas, pero de
modo arbitrario e injustificado, adapta las normas por decreto según sus
intereses y sin pagar ningún precio por ello. Además de inmoral, esta forma de
comportamiento supone una invitación abierta a que los ciudadanos hagan lo
mismo. A cambio, lo menos que podemos esperar es que reciban un indulto, aunque
en este caso sería el segundo. La sociedad ya les ha concedido el
primero.
Gonzalo Fanjul, ¡Viva la desobediencia civil!, 3.500 millones, 05/12/2012
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