La hipòtesi de la màquina predictiva (Anil K. Seth)

La idea fundamental de la percepción predictiva es que el cerebro intenta averiguar lo que hay y lo que está sucediendo ahí fuera, en el mundo (o en el propio cuerpo) mediante una incesante elucubración y actualización de conjeturas sobre las causas de los estímulos sensoriales que recibe. Crea tales conjeturas cotejando y combinando expectativas o "creencias" previas sobre el mundo con los nuevos estímulos, al tiempo que analiza la fiabilidad de estos. (...)

Para entender hasta qué puto esa perspectiva modifica nuestra visión sobre la base neurológica de la percepción, resulta útil pensar en flujos ascendentes y descendentes de señales que entran y salen del cerebro. Si suponemos que la percepción es una ventana directa de la realidad a la realidad externa, entonces es natural pensar que el contenido de la percepción corre a cargo de las señales ascendentes, las que circulan desde las superficies sensoriales hacia el interior de la mente. Las señales descendentes podrían contextualizar o refinar lo que es percibido, pero nada más. Llamaremos a esta perspectiva "la apariencia de las cosas", porque da la impresión de que el mundo se nos esté revelando directamente a través de los sentidos.

La hipótesis de la máquina predictiva se opone a esa idea. Aquí la ardua tarea que entraña la percepción recae en las señales descendentes que transmiten las predicciones perceptivas; el flujo sensorial ascendente únicamente sirve para calibrar esas prediciones: las mantiene vinculadas, de manera más o menos acertadas, con sus causas en el mundo. Desde este punto de vista, nuestras percepciones provienen del "adentro hacia fuera" en la misma medida, si no más, que del "afuera hacia dentro". Más que un registro pasivo de una realidad objetiva externa, pa percepción se erige como un proceso de construcción activa, una alucinación controlada, como se la ha acabado llamando.

Anil K. Seth, La construcción cerebral de la realidad, Investigación y Ciencia, nº 518, noviembre 2019, pàgs. 28-35

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