257: Fernando Savater, Paradojas éticas de la salud (2)









… la apetencia de placer privado se opone a la exigencia de salud, en sí misma general o pública. (115)

No es lo mismo determinar el “buen estado” del ánimo y del cuerpo cada uno para sí, individual y personalmente, que establecer esta noción con validez pública o general. Cada cual medimos nuestro “buen estado” psicosomático -es decir, nuestra salud- aplicando diversos baremos, entre los que destaca el placer. (115)

Si desde el punto de vista personal, inmediato, el placer es la señal más inequívoca del buen estado de ánimo y cuerpo -es decir, de salud-, desde la óptica clínica, pública, ese índice es engañoso o desdeñable. (116)

El buen estado equivale desde esta perspectiva al buen funcionamiento, a la condición más conflictiva socialmente y más productiva laboralmente. (116)

De la salud como placer a la salud como buen funcionamiento (…) hay, como es obvio, un gran trecho. La Administración pública se ocupará, ante todo, de la duración de la vida. Como el mejor indicio de buena salud, el individuo (…) pretenderá más bien la intensidad placentera. (117)

(Para Foucault) el siglo XVIII comenzó a institucionalizarse la noción de salud pública como responsabilidad estatal y también obligación de cada ciudadano. “El imperativo de salud es a la vez un deber para cada uno y un objetivo general” (118)

Fernando Savater, El contenido de la felicidad, Barcelona, Círculo de Lectores/El País 1987

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