Antifràgils
Todos los estudiantes deben estar preparados para el mundo al que se enfrentarán después de la universidad, y los que están dando el mayor salto —los que corren más peligro de sentirse extraños en una tierra extraña— son los que deben aprender más rápido y prepararse más a fondo. El terreno de juego no está equilibrado; la vida no es justa. Pero la universidad es posiblemente el mejor entorno de la tierra para enfrentarse cara a cara con personas e ideas potencialmente ofensivas e incluso directamente hostiles. Es el gimnasio mental definitivo, lleno de aparatos avanzados, entrenadores preparados y, por si acaso, terapeutas al lado. (52)
Eso significa ir a la búsqueda de desafíos (en vez de eliminarlos o de evitar todo lo que te haga «sentir que no estás seguro»), liberarte de tus distorsiones cognitivas (en vez de confiar siempre en tus sentimientos iniciales) y adoptar una visión generosa de los demás y buscar los matices (en vez de asumir lo peor de las personas desde una moral simplista de «nosotros contra ellos»). (69)
Los seres humanos necesitamos desafíos físicos y mentales y estresores para no deteriorarnos. (86)
En su último libro, Antifrágil (Paidós, Barcelona, 2013), Nassim Nicholas Taleb explica cómo los sistemas y las personas pueden sobrevivir a los inevitables cisnes negros de la vida y, al igual que el sistema inmune, responder haciéndose más fuertes. Taleb nos pide que distingamos entre tres tipos de cosas.
Algunas, como las tazas de té de porcelana, son frágiles: se rompen fácilmente y no pueden arreglarse por sí mismas, así que tienes que manejarlas con delicadeza y mantenerlas fuera del alcance de los niños pequeños. Otras cosas son resilientes: pueden resistir impactos. Los padres suelen darles a sus hijos pequeñas tazas de plástico, precisamente porque el plástico puede sobrevivir a varias caídas al suelo, aunque a las tazas no les beneficien esas caídas. Pero Taleb nos pide que miremos más allá de la manida palabra «resiliencia» y reconozcamos que algunas cosas son antifrágiles. Muchos de los sistemas importantes de nuestra vida económica y política son como nuestro sistema inmune: necesitan estresores y desafíos para aprender, adaptarse y crecer. Los sistemas que son antifrágiles se vuelven rígidos, débiles e ineficientes cuando nada los desafía o empuja a reaccionar con vigor mantenerlas fuera del alcance de los niños pequeños. Muchos de los sistemas importantes de nuestra vida económica y política son como nuestro sistema inmune: necesitan estresores y desafíos para aprender, adaptarse y crecer. Los sistemas que son antifrágiles se vuelven rígidos, débiles e ineficientes cuando nada los desafía o empuja a reaccionar con vigor. (88-89)
La insensatez de la sobreprotección se manifiesta en cuanto entiendes el concepto de antifragilidad. Puesto que los riesgos y estresores son partes naturales e inevitables de la vida, los padres y profesores deben ayudar a los niños a desarrollar sus habilidades innatas para crecer y aprender con tales experiencias. Hay un viejo dicho: «Prepara al niño para el camino, no el camino para el niño». Pero, hoy día, parece que estemos haciendo justamente lo contrario: estamos intentando despejar cualquier cosa que pueda molestar a los niños, sin darnos cuenta de que, al hacerlo, estamos repitiendo el error de la alergia a los cacahuetes. Si protegemos a los niños de diversas clases de experiencias potencialmente perturbadoras, haremos que sea mucho más probable que esos niños sean incapaces de lidiar con dichos sucesos cuando salgan de nuestro paraguas protector. (90-91)
Jonathan Haidt, Greg Lukianoff, La transformación de la mente moderna, Barcelona, Ediciones Deuto, Editorial Planeta 2019
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