281: Saúl Ares, Mario Castro, José A. Cuesta, Susanna Manrubia, De matemáticos y charlatanes …,
La primera excusa que ponen todos los autores de modelos es la calidad de los datos que usan para calibrar sus parámetros, que, efectivamente, tras casi tres meses de epidemia en España, siguen siendo un desastre y una vergüenza. Pero no, aunque tener buenos datos ciertamente ayudaría, ni así se iban a arreglar estas bolas de cristal. ¿Estamos diciendo que unos modelos probados y comprobados, como los SIR, no funcionan con la covid-19? Para nada. Estamos diciendo que un análisis superficial e ingenuo de estos modelos, limitados a curvas de predicciones, a adivinar fechas de picos o de fin de la epidemia, es engañoso e inútil. ¿Por qué? Esa es la cuestión. Las epidemias se caracterizan por dinámicas exponenciales (o casi), en las que hay fases de cambio rapidísimo. En este tipo de dinámicas, la capacidad de hacer predicciones está mermadísima, porque el más ligero error en el modelo (y es imposible hacer modelos sin errores) produce en pocos días un error gigantesco. Es un fenómeno con el que todos estamos familiarizados en un campo diferente: la meteorología. Hablamos del famoso “efecto mariposa” (ya se sabe, una mariposa bate sus alas en Madrid y se produce un tifón en Filipinas). Y la predicción del tiempo nos enseña el camino a seguir: predicciones probabilísticas, como esas a las que ya nos tiene acostumbrados el parte meteorológico cuando nos dice que este domingo habrá un 30% de probabilidad de lluvia. Información que no es certeza, pero que es extremadamente útil igualmente. ¿Y qué diferencia a la epidemiología de la meteorología? Ahora sí: los datos.
Para la previsión del tiempo contamos con redes extensas de observatorios, que recogen de forma sistemática multitud de variables y las comunican en tiempo real a los centros donde se calculan las previsiones. Con las epidemias, en España ni siquiera hemos sido capaces de establecer protocolos para que las 17 comunidades autónomas comuniquen sus datos de forma fiable y consistente (no hablemos ya del origen de esos datos en cada comunidad). Y con la posibilidad, muy real, de un segundo rebrote en cualquier momento, del que, de ocurrir, por la impredecibilidad inherente que hemos descrito, no sabemos cuándo será ni, una vez empezado, lo que durará, ni su intensidad, tenemos que ponernos las pilas en dos aspectos. El primero: ignorar a los chamanes de las curvas y entender que los profesionales de los modelos siempre nos van a presentar incertidumbres, probabilidades, barras de error; no intentarán dar la fecha del pico pero serán capaces de discernir el efecto de distintas actuaciones y ayudar de verdad a tomar decisiones. Todo esto, claro, si mejoramos en el segundo aspecto: regularizar ya protocolos eficientes para la recogida y publicación de los datos diarios de la epidemia. En lo peor de la crisis tal vez no fuese lo prioritario, pero ahora que hay un respiro, es inexcusable. Nos va la vida en ello.
Comentaris