265: Sergio Ferrer, El coronavirus baja a la ciencia de su pedestal, ¿habrá una crisis de confianza?










Josep Lobera, cociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid,  opina que el mayor impacto que sufrirá la ciencia será en su imagen de infalibilidad. “La ciencia es incertidumbre”, pero en las últimas décadas ha habido “una comunicación muy basada en una certeza y un poder predictor casi absolutos”. Asegura que eso “está pasando factura”.

“Los científicos sabemos que hay ámbitos de la ciencia muy provisionales”, continúa, “pero cuando esto afecta a los ciudadanos tiene repercusiones negativas. No lo aceptan. Les supone una frustración respecto a la idea que tenían de reveladora de verdades permanente capaz de resolver todos los problemas”.

Bucchi comparte este temor: “Es un problema cuando la ciencia promete algo a corto plazo a la sociedad, sobre todo en medicina”. Considera que “hay que ser cuidadoso porque a veces no es posible decir con precisión qué pasará ni cumplir unas expectativas tan altas”.

Por todo esto Lobera es “muy crítico” con lo que considera “una comunicación idealizada de la ciencia, que vende mucho y es muy efectiva porque a la gente le entusiasma”. El investigador cree que “en una sociedad secularizada, la ciencia ha ocupado un espacio casi religioso, pero debemos devolverla a su espacio real. Es la mejor herramienta que tenemos, pero no es mágica y eso va a decepcionar”. Teme incluso que algunos se “enfaden” al descubrir que ni era “perfecta” ni los expertos eran “magos”.

“Soy un estadístico médico. He estudiado estas cosas […] durante décadas. Por eso no me verás hacer ningún pronóstico sobre el coronavirus”, escribía en Twitter a comienzos de abril el matemático Robert Grant. “Creo que los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) tienen la experiencia que necesitan. También hay mucho postureo que supone el riesgo de distraer o confundir a la gente. Diría que es el momento del perfeccionismo”.

Algo similar sostenía la investigadora de la Universidad Emory (EE UU) Cecile Janssens en un texto sincero: “Soy epidemióloga pero apenas se nada sobre epidemias”. Insistía en que “la experiencia es subjetiva y tiene límites”. En el otro lado del ring economistas, físicos, emprendedores tecnológicos y cualquiera con nociones básicas de estadística han intentado prever el futuro de la pandemia desde su comienzo.

En este sentido, un artículo del filósofo de la Universidad de Estocolmo (Suecia) Erik Angnerdefendía la necesidad de la “humildad epistémica” durante la pandemia. “Ser un verdadero experto incluye no solo saber cosas, sino conocer los límites de tu conocimiento. Si no tienes la capacidad de hacer modelos epidemiológicos avanzados deberías asumir que no puedes diferenciar uno bueno de uno malo”.

“Lo que dice un experto encaja en dos categorías: temas de los que saben y temas de los que no”, escribía Janssens. Bucchi no cree que el público sea consciente de estas limitaciones. “Los premios Nobelcambiaron la visión de la ciencia en el siglo XX y crearon la figura de la ‘estrella’ científica. Una vez te conviertes en una, la gente te pregunta sobre todo, incluso fuera de tu área de experiencia”.

El sociólogo italiano considera que es un fenómeno que se está viendo durante la pandemia. “Hay quien habla de virología sin ser virólogo y esto puede generar confusión y la percepción de que la ciencia da palos de ciego porque cada investigador dice una cosa. No es momento de hipótesis, sino de enviar mensajes cortos y claros”.

Aun así, Bucchi se alegra de que los medios estén más interesados en entrevistar a virólogos y epidemiólogos. “Esto podría cambiar la percepción pública de los expertos, pero no sé cómo, porque diferentes expertos dicen cosas diferentes y eso también puede confundir a la gente”

Al filósofo e historiador de la ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid Javier Ordóñez le preocupa la credibilidad de los mensajes en esta crisis: “Los científicos saldrán reforzados porque si hay una solución vendrá de un tratamiento o vacuna, pero me da miedo que se corrompa la fiabilidad de los canales de distribución de la información científica”, explica. “El número de bulos que corren es enorme y la comunicación de la ciencia puede salir muy perjudicada si no somos capaces de dar informaciones veraces, tranquilas y sosegadas”.

La catedrática de Periodismo de la Universidad de Valencia Carolina Moreno, líder del grupo de investigación ScienceFlows, asegura que, aunque algunos medios pueden ser alarmistas, “la información basura, la infodemia tóxica, es la que no emana de los medios sino que va por redes sociales y WhatsApp”.

Ordoñez lamenta que “los charlatanes se hayan multiplicado y den un púlpito a gente con aspecto respetable que dice cosas indescriptibles y hace pronósticos atrevidos”. “El público favorece al charlatán porque le da lo que quiere escuchar, soluciones innovadoras de la noche a la mañana o críticas triviales de las decisiones tomadas”.

 

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