Malditos.


Nos hemos acostumbrado a prescindir de las cuestiones malditas. Hemos desmalditizado tales cuestiones, tachándolas de inabordables, si no de molestas y superfluas. Las sucesivas muertes o agonías proclamadas (Dios, el arte, la metafísica, las ideologías, la historia), abriendo el camino a nuevos ejercicios de libertad, también han favorecido el surgimiento de una suerte de pragmatismo espiritual que, en última instancia, al anular toda capacidad interrogadora, deja al hombre desarmado ante sí mismo.

Rafael Argullol, Cuestiones malditas, El País, 1/03/1990

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