Simulacionisme.





... un nuevo libro del filósofo David Chalmers, Reality+: Virtual Worlds and the Problems of Philosophy, me ha convertido en un simulacionista empedernido.

Después de hablar con Chalmers y de leerlo, he llegado a creer que el mundo de la realidad virtual que se avecina podría considerarse algún día tan real como la realidad. Si eso ocurre, nuestra realidad actual quedará en entredicho de inmediato; después de todo, si pudimos inventar mundos virtuales significativos, ¿no es plausible que alguna otra civilización en algún otro lugar del universo también lo haya hecho? Pero si eso es posible, ¿cómo podemos saber que no estamos ya en su simulación?

Chalmers dice que empezó a pensar de manera profunda en la naturaleza de la realidad simulada después de usar aparatos de realidad virtual como Oculus Quest 2 y de darse cuenta de que la tecnología ya es tan buena como para crear situaciones que se sienten visceralmente reales.

La realidad virtual avanza ahora con tanta velocidad que parece bastante razonable suponer que el mundo dentro de la RV podría ser algún día indistinguible del mundo fuera de esta. Chalmers dice que esto podría ocurrir dentro de un siglo; no me sorprendería que superáramos esa meta dentro de unas décadas.

En el momento en que se produzca, el desarrollo de la realidad virtual realista será una revolución, por razones tanto prácticas como profundas. Las prácticas son evidentes: si la gente puede revolotear fácilmente entre el mundo físico y los virtuales que se sienten exactamente como el mundo físico, ¿cuál deberíamos considerar como real?

Se podría decir que la respuesta es claramente la física. Pero, ¿por qué? En la actualidad, lo que pasa en internet no se queda en internet; el mundo digital está tan profundamente arraigado en nuestras vidas que sus efectos repercuten en toda la sociedad. Después de que muchos de nosotros pasamos gran parte de la pandemia trabajando y socializando en línea, sería una tontería decir que la vida en internet no es real.

Lo mismo ocurriría con la realidad virtual. El libro de Chalmers, que viaja de manera entretenida a través de la antigua filosofía china e india hasta René Descartes y teóricos modernos como Bostrom y las Wachowski (las hermanas que crearon Matrix), es una obra de filosofía, por lo que, naturalmente, pasa por una exploración de varias partes acerca de cómo la realidad física difiere de la realidad virtual.

Su conclusión es esta: “La realidad virtual no es lo mismo que la realidad física ordinaria”, pero debido a que sus efectos en el mundo no son fundamentalmente diferentes de los de la realidad física, “es una realidad genuina de cualquier manera”. Por lo tanto, no deberíamos considerar los mundos virtuales como ilusiones escapistas; lo que sucede en la realidad virtual “realmente ocurre”, explica Chalmers, y cuando sea lo suficientemente real, las personas podrán tener vidas “totalmente significativas” en la realidad virtual.

Para mí, eso parece evidente. Ya tenemos bastante evidencia de que las personas pueden construir realidades sofisticadas a partir de las experiencias que tienen a través del internet basado en pantallas. ¿Por qué no iba a ocurrir lo mismo con un internet envolvente?

Esto nos lleva a lo profundo e inquietante de la llegada de la realidad virtual. La mezcla de la realidad física y la digital ya ha sumido a la sociedad en una crisis epistemológica: una situación en que diferentes personas creen en diferentes versiones de la realidad en función de las comunidades digitales en las que se reúnen. ¿Cómo podríamos afrontar esta situación en un mundo digital mucho más realista? ¿Podría el mundo físico seguir funcionando en una sociedad en la que todo el mundo tiene uno o varios alter ego virtuales?

No lo sé. No tengo muchas esperanzas de que esto salga bien. Pero las posibilidades aterradoras sugieren la importancia de las investigaciones al parecer abstractas sobre la naturaleza de la realidad en la realidad virtual. Deberíamos empezar a reflexionar seriamente sobre los posibles efectos de los mundos virtuales ahora, mucho antes de que sean tan reales que sea demasiado tarde.

Farhad Manjoo, ¿Estamos viviendo en una simulación?, The New York Times, 30/01/2022

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