L'error d'una assignatura anomenada "Pensament Crític".





El pensamiento crítico, en todo caso, es el resultado de un esfuerzo firme y continuado, nunca del todo conseguido. No es susceptible de ser explicado, como un teorema matemático ni de ser abordado, como la literatura romántica. No es algo que se pueda estudiar, como la civilización minoica, ni aprender, como se aprende a hablar un idioma. En dos palabras, no se puede convertir en tema más que al precio de que deje de ser lo que debería ser: una actitud, una tendencia que cabe animar, perseguir, estimular.

Por expresarlo con otra imagen, de un animal encerrado en una jaula, que se pasa el día dormitando, mirando con tristeza desde detrás de los barrotes de hierro… ¿puede decirse que sigue siendo un animal salvaje? De forma parecida, querer atrapar el pensamiento crítico en la cajita de una asignatura no puede sino convertirlo, por definición, en pensamiento establecido, en contenido sobre el que habrá que ejercer alguna forma de meta-pensamiento crítico (o pensamiento meta-crítico).

Como dice bell hooks, el pensamiento crítico pretende “comprender las verdades esenciales subyacentes y no simplemente la verdad superficial que nos resulta obvia a primera vista”. Tiene que ver con la sospecha metódica y se cuida de no convertirse en negación sistemática, que puede resultar una modalidad de afirmación acrítica e inconsciente. La crítica, como actitud y trabajo laborioso que es, debe desestabilizar el terreno que pisamos, no afirmarlo. Señalar y denunciar aspectos opresores del capitalismo, el patriarcado o la religión es más fácil de lo que solemos pensar. Lo difícil es contemplar críticamente las propias ideas y creencias. Para empezar, porque ni siquiera somos conscientes de muchas de ellas. Identificar y enfrentar los propios prejuicios es una tarea ardua que da para toda una vida.

Bien: me parece que introducir en la lista de asignaturas una de nombre Pensamiento Crítico es un error categorial. ‘Crítico’ no se relaciona con pensamiento del mismo modo que lo hace ‘molecular’ con biología, ‘medieval’ con historia o ‘romántica’ con literatura. Qué tipo de adjetivo es ‘crítico’ en relación con el sustantivo ‘pensamiento’ tiene que ver en el hecho de que no pueda situarse al lado de otros adjetivos como ‘escénicas’ (referido a las artes) o ‘técnico’ (referido al dibujo). Está más cerca de ‘rica’ (dicho de una comida), de ‘creativo’ (en relación con el arte) o de ‘buena’ (referido a la literatura, por ejemplo). Claro que puede haber arte que no sea especialmente creativo y comida que no esté demasiado rica… ¿habría entonces pensamiento acrítico? Porque podemos pensar también que ‘crítico’ se dice de pensamiento igual que se dice ‘blanco’ de la nieve. En definitiva, lo que tenemos que aclarar es si la cualidad de ‘crítico’ es una característica analítica o sintética de pensamiento, es decir, si se trata de algo que le es propio e imprescindible, que está unido a él de forma esencial o, al contrario, es una propiedad contingente y no obligatoriamente presente en todo pensamiento. Pero he aquí lo más importante: si existe una asignatura llamada Dibujo Técnico es porque se distingue de otra llamada Dibujo Artístico, igual que la Química Orgánica se distingue de la Inorgánica (¡si quienes han montado este lío conocieran sólo por encima la filosofía de Aristóteles! —aquello de la diferencia específica en el género común). ¿De qué asignatura se diferencia Pensamiento Crítico, de una que podríamos llamar Pensamiento Dogmático? ¿Tendrá, acaso, el alumnado a su elección también esta última?

Si echamos un vistazo aleatorio por la red para barruntar de dónde viene la propuesta de una asignatura con ese nombre, rápidamente damos con algunas claves explicativas. Por ejemplo, en un artículo académico de 2018 se explica que el desarrollo del aprendizaje basado en competencias

ha generado un gran interés por el pensamiento crítico en la educación superior. La empleabilidad, por su parte, ha influido mucho en su protagonismo como competencia imprescindible para el desarrollo profesional en un entorno innovador [Arranz-Turnes, S. et al., “El Pensamiento Crítico desde la Perspectiva de los Docentes Universitarios”, Estudios Pedagógicos [en línea]. 2018, 44/1. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=173565054006  ].

¡Acabáramos! ¡Todo aclarado! Así que el pensamiento crítico que buscamos ha de ser compatible con la empleabilidad. O sea, será crítico, pero no demasiado. ¡Cómo no iban a estar detrás, moviendo los hilos, las pseudopedagogías de las competencias y el olvido de los contenidos! Por cierto, el texto citado en su conjunto sería un terreno muy goloso para ejercer sobre (y contra) él un pensamiento crítico que podría arrasar con buena parte de lo que defiende. No es el único, en otro lugar encontramos lo siguiente:

Una buena iniciativa para enseñar el pensamiento crítico debe orientarse siempre hacia la acción, los logros, la resolución de problemas, en definitiva, hacia un mayor bienestar, una mayor satisfacción o felicidad personal y social [sic]. (…) Nuestros jóvenes sobre todo buscan soluciones a sus problemas, maneras de conseguir sus propósitos[Fernández Rivas, S. y Saiz Sánchez, C., “Pensamiento crítico y aprendizaje basado en problemas”, Revista de Docencia Universitaria, vol. 10, octubre-diciembre/3 (2012), subrayado mío, disponible aquí: https://www.researchgate.net/publication/303589447_Pensamiento_critico_y_aprendizaje_basado_en_problemas].

La razón crítica equiparada con y reducida a razón instrumental. Docenas de páginas de la Escuela de Fráncfort echadas de un golpe a la basura (pero sin refutarlas, ni siquiera mencionarlas). El pensamiento crítico tiene el aire (el tufo, más bien) de un departamento de ventas: ¿qué buscan los jóvenes? ¡pues démoselo! (Naturalmente, no es nuestro problema saber de dónde, cómo, por qué surgen sus deseos). Concebida así, la asignatura podría tomar como modelo aquellos ‘profesionales de la resolución de problemas’ a los que se refirió Hannah Arendt hace 50 años, hombres acostumbrados a vencer —decía la filósofa— que rara vez dudan de su capacidad para triunfar[Arendt, H., Verdad y mentira en la política, Página Indómita, Barcelona, 2016.].

Tanta y tan machacona insistencia con las competencias y la transversalidad, y cuando aparece algo que realmente es eso, lo meten en una caja (aunque, desde el punto de vista de la ciencia cognitiva, ni siquiera parece justificado considerar el pensamiento crítico como capacidad transversal o como competencia[15]). ¿Significa esto que los departamentos de Filosofía no tienen nada particular que hacer en este asunto? Todo lo contrario: el profesorado de esos departamentos debe dedicarse a enseñar filosofía (con los adjetivos adecuados), desglosando los problemas filosóficos, abordando los problemas sociales, científicos, morales con instrumentos filosóficos, mostrando todo lo que hay que saber de las tradiciones filosóficas de la ética, la política, etc. Ahí emergerá, el solito, el pensamiento crítico.

Se entiende ahora bien que en los últimos tiempos haya habido una reiteración (tan manifiestamente excesiva) de la necesidad de pensamiento crítico. Ese exceso debía habernos alertado y puesto en guardia. Cuando las ideas se convierten en frases, en mantras que se repiten como estribillos, malo. Y los pedagogos son especialistas en frases.

Nos encontramos ante un mensaje paradójico cuando alguien nos exige, por ejemplo “¡sé espontánea!” o “¡no me obedezcas!”. Estas órdenes imposibles de cumplir muestran el maleficio del que es capaz el lenguaje, que incluye la facultad de impedir lo que expresa, pulverizándolo ipso facto, cual fulminante rayo de Zeus. Una manera de hacerlo es, efectivamente, decir a alguien “dame un beso espontáneo ahora mismo”. Incluir entre las materias que ha de estudiar un adolescente una de nombre Pensamiento Crítico y Autónomo supone una dificultad insalvable muy similar. Por supuesto, como he apuntado ya, en clase de filosofía se aborda explícitamente o se alude implícitamente al aspecto crítico del pensamiento de muchas formas (también, aunque de manera generalmente menos explícita, en matemáticas, historia, literatura, ciencias u otras asignaturas). Pero no se me ocurre modo mejor, ni más perverso, de enterrar para siempre la posibilidad de desarrollar un mínimo pensamiento crítico que introducirlo en una asignatura. Por mucho que la pedagogía dominante lo niegue o lo relativice, una asignatura ha de tener contenidos. Y los contenidos (no sólo ellos, cierto) pueden y muchas veces deben someterse a crítica… ¿No se ve de muy lejos en qué condiciones dejamos la crítica de la crítica, a quiénes se la ponemos en bandeja? Sólo nos faltaba ahora que la dichosa corrección (es decir, aquello con lo que, supuestamente, es obligado comulgar) se deslizara de la política al pensamiento… pero ¿qué otra cosa puede suceder si el pensamiento crítico se convierte en imperativo, en el contenido explícito de una asignatura?

Sea ello como fuere, parece evidente que esta reflexión sobre la relación entre pensamiento crítico y desobediencia o subversión (que ahora dejo de lado) conduce a la confirmación de lo dicho antes sobre el carácter de mensaje paradójico que, por fuerza, ha de tener una asignatura de pensamiento crítico en la educación reglada. Recordemos que la característica fundamental del mensaje paradójico es que no se puede cumplir, pero tampoco, muchas veces, incumplir, por ejemplo, en el caso de que alguien nos ordene que le desobedezcamos (de ahí su condición de paradójico).

Según Moulines, la filosofía como actividad “crítica” (él en realidad, no quiere llamarla así, dice, por todo lo que se ha abusado de la palabra) debería suponer la “promoción de incertidumbre generalizada” [Moulines, C. U., Pluralidad y reclusión. Estudios epistemológicos, Alianza, Madrid, 1991.].

Este planteamiento aleja a la filosofía de una senda que está emergiendo con fuerza en estos tiempos -precisamente-  de incertidumbre y zozobra generalizadas y para aliviar el malestar provocado por ellas. Una asignatura como la que estamos considerando podría tener muchas opciones de acercarse a esta manera de entender o practicar la filosofía: el coaching filosófico. Es aventurado por mi parte mencionarlo aquí dado que es un fenómeno lo suficientemente plural y desarrollado ya como para precisar una reflexión más extensa de la que puedo dedicarle ahora. Pero, aunque obviamente no pretendo despacharlo en unas líneas, sí diré algo sobre él. Por lo pronto, se trata de una forma de filosofía práctica; ‘filosofía práctica’ designa esas zonas de la filosofía que tienen que ver con la acción, como son la ética y la filosofía política. El coaching filosófico es filosofía práctica en su concepción más helenizante, y por ello, más despolitizada. Martha Nussbaum presenta así la filosofía helenística en su magno estudio La terapia del deseo:

Todas las escuelas filosóficas helenísticas de Grecia y Roma -epicúreos, escépticos y estoicos- concibieron la filosofía como un medio para afrontar las dificultades más penosas de la vida humana. (…) Las grandes escuelas helenísticas son muy críticas con la sociedad en que se hallan, pero sus estrategias no se dedican tanto a mostrar cómo acabar con la injusticia como a enseñar al discípulo a ser indiferente a la injusticia que sufre.[Nussbaum, M., La terapia del deseo. Teoría y práctica de la ética helenística (Paidós, 2015, 6ª reimpresión)]

Como indica Nussbaum, la terapia filosófica tiene poco que ver con el cambio político, institucional o material. Moulines, por su parte, recela de la filosofía como saber de salvación o de consolación, porque ve en esa forma de entenderla un sustituto de la religión. Señala que para quienes han perdido la fe religiosa “el papel de la filosofía como supuesto saber arcano y consolador puede resultar muy atractivo”. Y añade: “ese papel corresponde, además, a lo que gran parte del público no-filosófico espera justamente del filósofo”. El filósofo se convierte en “una especie de guru laico que, con su carisma personal, orienta a las gentes al buen vivir”. Frente a esto, él defiende una concepción de la filosofía como actitud de “insobornable desconfianza hacia toda clase de gurus, laicos o no”. 

Teresa Maldonado Barahona, ¿Una 'asignatura' de pensamiento crítico?, Sin Permiso 10/03/2023


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