Una ontologia del mal.

El mal tiene su origen en una serie de agresiones sufridas que son causa suficiente, en un ejercicio de determinismo social. Un destino escrito a la luz del cual la violencia es consecuencia necesaria, y así se hace comprensible y después justificable. Confieso que me gusta más la genealogía del Joker que hace Nolan: hay hombres que solo quieren ver arder el mundo. Puede atribuirse ese disfrute con el dolor ajeno a experiencias muy tempranas de impotencia absoluta y sometimiento extremo que devienen obligatoriamente, dicen algunos, en posterior identificación con el agresor. Quien ha sufrido un poder abusivo, sostienen los mismos, encuentra un único modo de compensación en ejercerlo de idéntica forma. No me atrevería a negar esta posibilidad, aunque hay demasiado sesgo retrospectivo y negacionismo de la responsabilidad individual y colectiva en esta mirada adolescente de la historia y sus tiranos. He conocido a muchas personas que experimentaron trágicas negligencias en la infancia y construyeron destinos muy diferentes. Y al contrario, en nuestra época no son pocas las que reivindican un futuro que haga justicia a pasados traumáticos fabulados, mentidos o delirados. Y ese es un agravio para las víctimas auténticas y su dignidad, su condena a un victimismo alienante, indefinido y capitalizable. Es la negación de la posibilidad de reparación en un mundo de resentimiento e ira sin esperanza.

Mercedes Navío Costa, Hay hombres que solo quieren ver arder el mundo, El país 03/01/2020



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