Judici i sentiments.
Quizá no haga falta hablar para saber que sentimos, que sentimos algo
y no más bien nada. Pero lo que sentimos, qué sentimos, eso sólo queda
determinado por la palabra y, en ese sentido, sentimos (alegría o amargura,
desprecio o celos) porque hablamos. El sentimiento en cuanto tal —como un
continuum indeterminado— puede quizá ser llamado “privado” o “incomunicable”;
lo que el lenguaje hace al determinar ese sentimiento es discernir, evaluar,
discriminar y, en suma, medir el sentimiento,
encontrarle una medida que lo torna público o comunicable, que nos permite —antes
que nada a nosotros mismos— enterarnos de lo que sentimos. Sabemos que sentimos
antes de decirlo, pero sólo sabemos qué sentimos cuando lo hemos dicho (aunque
sea sin emisión de voz), y es imposible sentir sin sentir algo específico
(alegría o cólera, celos o tristeza). Todas las observaciones acerca de la
finura de juicio de las personas remiten a esta capacidad de discernir matices
en el bloque indiferenciado del sentimiento (así, consideramos “tosca” en su
juicio a una persona capaz únicamente de las discriminaciones más gruesas, pero
encontramos un exceso de refinamiento, rayano en la afectación, cuando alguien
discrimina demasiado, cuando encuentra matices en lo que para nosotros es
continuo).
José
Luis Pardo, pardonomics, Facebook 25/06/2017
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