El Pas de Calais es una región septentrional del norte de Francia, un tiempo
floreciente por su industria minera y hoy arruinada en razón del abandono de esa
misma industria. El paro supera la media de países como España y la ciudad de
Lens, de unos ciento treinta mil habitantes, es considerada la más pobre de
Francia. Pues bien: Lens ha sido el lugar elegido para la descentralización del
museo del Louvre. Un edificio de vanguardia acogerá por un tiempo obras
emblemáticas de la célebre institución, y el entusiasmo de ciertos políticos
locales se refleja en las palabras del Prefecto para quien el símbolo mismo de
la recuperación de la ciudad y la región viene dado por el hecho que “La
Gioconda vendrá a Lens en TGV (nombre francés del AVE)”. Los promotores de la
iniciativa han erigido en emblema la frase “Un museo para todos” y, tratándose
de una región minera, han tenido el detalle de escoger para la inauguración el
día de Santa Bárbara. Otro de los defensores del proyecto sostenía que de esta
manera se paliaban las carencias de una educación escolar que “habiendo enseñado
a leer no había enseñado a ver”. La cosa es más que dudosa: Interesada la cadena
franco- alemana ARTE por el evento, solicitó la opinión de un minero ya
jubilado, quien respondió lo siguiente: “Es formidable, porque es buena la
cultura, en Lens y en toda Francia, mas para las personas que ante todo han de
sobrevivir con 500 euros por mes en una ciudad en la que hay 34 por ciento de
paro, el Louvre...nos importa un bledo (on s´en fout)”. Es curioso que la otra
experiencia francesa de descentralización de museo sea la del Pompidou, con
sucursal en Metz, región del noreste de altísima tradición metalúrgica.
Industria hoy devastada, en consecuencia de lo cual las cifras del desempleo
deben ser similares a las de Pas de Calais. Metz tiene un impresionante
patrimonio artístico y desde luego es en principio lugar adecuado para esa
descentralización cultural. Pero es de de temer que para los que han quedado en
los arcenes de la sociedad después de decenios de trabajo en la siderurgia, la
recepción de las obras del Pompidou no haya sido más entusiasta que la de los
mineros del Pas de Calais ante las obras del Louvre. Y es que la vigencia de lo
sostenido por
Aristóteles es plena: el espíritu tan sólo se recrea en libertad,
y esta libertad tiene como condición primera el que esté resuelto lo relativo a
la subsistencia y a la dignidad del entorno...propio. Pues de poco vale hallarse
en la proximidad de esplendorosas fachadas si la de tu propia casa no ha sido
encalada, y el fuego languidece en un interior insalubre. Y una observación
sobre este último punto. En el mismo día y programa en el que la la cadena
franco-alemana ARTE se ocupaba de la creación de la sucursal del Louvre en Lens,
había otro tema informativo: se anunciaba el 19 de diciembre como “día
internacional de los sanitarios”, concebido como denuncia de las condiciones de
insalubridad en las que vive...un cuarenta por ciento de la población humana. Es
bien sabido que esto de la celebración del “día de...” no tiene otro sentido que
recordarnos la casi segura imposibilidad de alcanzar aquello que en principio se
anuncia como objetivo. Así unas semanas antes de este recordatorio de la
importancia de los váteres, se había celebrado el día mundial de la filosofía,
que pretendía activar la conciencia de que la filosofía sería elemento
imprescindible en la educación de los ciudadanos. Pues bien: Dada la relación de
fuerzas que determina las condiciones de vida y educación de la humanidad, tan
perdida parece la causa de la filosofía como la causa de la salubridad. Dejando
sentado bien claramente que la primera causa suena a sarcasmo mientras la
segunda esté vigente. La cadena ARTE ofrecía unas estremecedoras imágenes de
personas ancianas buscando un lugar furtivo para realizar sus necesidades, y de
niños chapoteando en un río de excrementos, cuyas aguas ciertamente sino les
destruyen les vacunan. Todo esto es insoportable simplemente por propio egoísmo.
Pues hay que ser absolutamente ciego para pensar que ese ser intrínsecamente
social que es el hombre puede alcanzar una realización individual en ausencia de
una realización colectiva. Mas cuando la penuria, la insalubridad, el miedo y la
esclavitud marcan o amenazan a una gran parte de la humanidad, la otra parte
caerá inevitablemente, ya sea de manera encubierta, en una paranoia securizante
y en la fobia del otro. Así esas ciudades del llamado tercer mundo, privadas ya
de todo rito compartido por la población en su conjunto, y en las que los
barrios míseros del centro tienen contrapunto en urbanizaciones-fortaleza, en el
interior de las cuales los habitantes se complacen en un espejismo de vida
europea. “Salvar la ciudad” es tanto un objetivo de la filosofía como “salvar
los fenómenos”. Por eso reitero que la primera condición de defensa del
pensamiento es contribuir a acabar con este orden de cosas en el que la
filosofía no es posible simplemente porque la humanidad está mutilada.
Víctor Gómez Pin, Leonardo y los ojos del minero, El Boomeran(g), 11/12/2012
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