La mentida i la primatologia.
Para la tradición cristiana, la primera mentira de la Historia se remonta a
la época de Adán y Eva cuando, seducidos por la serpiente, desobedecieron la
orden directa de Dios y tomaron las frutas que colgaban del árbol de la ciencia.
Pero unas manzanas no son nada si las comparamos con los pisos de lujo, coches
de alta gama y otros bienes valorados en millones de euros que Gerardo
Díaz Ferrán, ex presidente de la CEOE, presuntamente ocultó
para no tener que pagar sus astronómicas deudas.
Lo cierto es que, para bien o para mal, la mentira forma parte de nuestro
repertorio de estrategias desde hace millones de años, mucho antes de que
fuéramos humanos y de que Díaz
Ferrán engañara a sus acreedores. Gracias a las investigaciones sobre el
comportamiento animal sabemos que compartimos la capacidad para engañar
con otros primates.
Por ejemplo, en libertad los chimpancés suelen realizar maniobras de
distracción para robar comida o herramientas a otros compañeros.
Vídeo 1: Una madre acicala a una cría para distraerla y robarle las
herramientas
En laboratorio, si impides a un chimpancé tomar unos trozos de comida que
están colocados a ambos lados del investigador, cuando este dirija la mirada
hacia otro lado, el chimpancé roba la comida del lado contrario al que
está mirando, evitando así ser pillado.
Para los humanos y demás primates es muy importante la imagen que el grupo
tiene de nosotros. Precisamente, uno de los puntos fundamentales de la
estrategia de Díaz Ferrán ha consistido en manipular
la idea que todos teníamos de él. Gracias a diversos premios y distinciones
que acumuló en los últimos años, proyectó la imagen de un empresario ejemplar a
la sociedad que comenzó vendiendo billetes de autobús con su padre con tan solo
12 años.
Vídeo 2: Un chimpancé roba comida a un investigador cuando éste mira hacia
otro lado
La supervivencia depende en gran parte de la reputación, ya
que ésta influye de manera decisiva a la hora de ocupar un puesto, conseguir
recursos u obtener la cooperación de otros individuos. Los estudios realizados
al respecto por el Instituto Max Planck nos revelan que es a partir de la edad
de cinco años cuando empezamos a preocuparnos sobre el "yo público", es decir,
de lo que otros piensan de nosotros.
Otra de las habilidades de Díaz Ferrán ha consistido en emitir declaraciones
que alarmaban a la sociedad, presionando así para la aprobación de
reformas que les beneficiaban a él y sus amigos. Una capacidad que
también encontramos en los monos capuchinos, los cuales son expertos en la
manipulación de otros para poder quedarse con algo que desean.
Estos pequeños primates que habitan Centro y América del Sur, a veces, cuando
consiguen una fuente de alimento emiten falsas llamadas de alarma que
indican la presencia de depredadores, como por ejemplo jaguares o
serpientes, espantando así a sus compañeros. De esta manera pueden quedárselo
todo para ellos solos mediante lo que llamamos "engaño táctico".
Vídeo 3: Monos capuchinos mienten, emitiendo falsas alarmas para espantar
a los compañeros y quedarse con la comida.
Pero siempre existe otro lado de la moneda. No toda mentira trae
consecuencias negativas o persigue la estafa. Los primates saben que, si está
presente un individuo dominante que pueda robarles la comida, es mejor
no enseñar lo que uno tiene. Cuando esto sucede, esconden el alimento y
se hacen los despistados, para no dar claves sobre su ubicación.
En estas situaciones es muy probable que el engaño haya cumplido una
función evolutiva muy útil, evitando así que se explotara a los más
débiles. El problema para el colectivo aparece cuando esta misma
estrategia es usada por los poderosos como Díaz Ferrán.
Aunque existen muchos mentirosos entre los humanos, también es cierto que
éstos son menos que los honrados. En la evolución de nuestra especie ha
primado la sinceridad. De no ser así, hoy en día no estaríamos viviendo
en sociedades tan numerosas como lo hacemos. La vida en colectivo se habría
acabado hace mucho tiempo. Si esta forma de vida gregaria ha continuado es
porque los beneficios han superado a los costes, algo que no hubiera sido
posible si los tramposos fueran mayoría.
Aunque siempre conviene mantener estos fenómenos en límites aceptables, para
no traspasarlos, debemos ser conscientes de que el robo, la mentira y la
manipulación no son asuntos nuevos en la historia de la evolución
humana y forman parte de nuestros impulsos más ancestrales.
Pablo Herreros, El instinto de la mentira, Yo mono, 08/12/2012
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