Evgeny Mozorov contra el Ciberutopianisme.
Evgeny Mozorov |
Pero hasta sus oponentes más acérrimos, como el pensador de las
redes sociales Clay Shirky, no ponen en duda su
brillantez intelectual y estarían dispuestos a reconocer que de alguna manera,
Evgeny Morozov es necesario. Con sólo veintiocho años de edad, este bielorruso
se ha convertido en una voz esencial en la discusión sobre el papel político de
Internet y sus capacidades para ejercer transformaciones positivas y duraderas
sobre la sociedad. En un momento en que la visión progresista y políticamente
correcta de la Red es que sus efectos son universalmente beneficiosos y que no
hay industria o gobierno que no sea capaz de mejorar, Morozov ha asumido el
papel ingrato y aguafiestas de recordarnos que ni las cosas son tan simples, ni
hay que creerse todo lo que dicen los gurús.
Evgeny llegó a España la semana pasada para ofrecer dos
conferencias en Madrid y Barcelona en un momento de transición personal. Hace
más de dos años de la publicación de El Desengaño de Internet, el texto que le situó en el debate
de ideas sobre la Red, y todavía faltan algunos meses para que llegue su nuevo
título, por lo que la conversación se hace complicada. Está aburrido de hablar
de aquello que le ha hecho más célebre, y su charla en el Círculo de Bellas
Artes dentro del ciclo
Ciberrealismo es la primera ocasión en que desgrana en público las ideas que
contiene To Save Everything, click Here. Su próximo título es un
alegato contra el "solucionismo tecnológico", la tendencia a pensar que no
existe un problema que no tenga solución si desarrollamos una tecnología lo
suficientemente innovadora para resolverlo.
La tesis de El Desengaño de Internet es a estas alturas bien
conocida: frente a las visiones utópicas que plantean que Internet es una
tecnología inherentemente democratizadora capaz de desencadenar revoluciones y
que el ciberactivismo es la más efectiva forma de acción política hoy, Morozov
plantea que la Red es también el mejor amigo de las dictaduras totalitarias,
capaces de controlar la vida de sus ciudadanos y monitorizar su actividad diaria
en un grado de detalle que no era posible hasta ahora. Igualmente las grandes
corporaciones tecnológicas, que frecuentemente se presentan a sí mismas como
garantes de la libertad de expresión, no tienen problemas en colaborar con estas
dictaduras si sus intereses comerciales lo justifican. Y en cualquier caso
Internet no puede ser ninguna panacea cuando la autoridad controla su
infraestructura y puede limitar el acceso de su población a ésta, como
hemos visto muy recientemente en Siria.
El peligro del Ciberutopianismo para Morozov reside en que tanto
gobiernos democráticos como activistas hayan asumido de manera acrítica ese
relato liberador de la Red. Por un lado, fomenta un "internetcentrismo" que
acaba situando a la Red y sus modos de hacer como modelo universal, como medida
de todas las cosas.
"Internet es una fuente de comparaciones y de metáforas que suelen
ser erróneas y que no juzgamos de manera suficientemente crítica. Tendemos
a celebrar el éxito de Wikipedia sin necesariamente comprender cómo funciona
en realidad, rindiéndonos a los relatos míticos de su creación. Y no es que de
repente los impulsores de Wikipedia activaran un software que cualquiera podría
utilizar y mágicamente aparecieron los resultados. Hizo falta mucho trabajo
organizativo, mucho esfuerzo para desarrollar las normas adecuadas para que
funcionase, y probablemente resultaría imposible recrear ese éxito en el
contexto de otros proyectos".
Entre los discursos que Morozov denuncia en su nuevo libro está la
noción en auge de tecnologías inteligentes o smart, que prometen solucionar, por
ejemplo, el caos de la gestión urbana a través de sensores y redes de
transmisión de datos que convertirán automáticamente a nuestras ciudades en
eficientes. Junto a otros conceptos supuestamente revolucionarias como la
gamification, la introducción de las mecánicas de un juego en el ámbito de la
empresa, o la autocuantifiación -el registro metódico de nuestros hábitos para
conocernos mejor a través de nuestros propios datos- estas ideas son producto de
una ideología que parece sugerir que no hay problema que no se resuelva con una
app; que la capacidad de los emprendedores y las startups para mejorar cualquier
aspecto del mundo no tiene fronteras.
Morozov es crítico hasta el borde del insulto con el pequeño núcleo
de gurús y analistas de la tecnología que producen e inflan estos discursos. A
finales del año pasado escribió una larguísima
demolición de la popular conferencia TED y su modelo intelectual, y publica
regularmente críticas rara vez positivas de las últimas novedades editoriales
que celebran la capacidad de innovación sin límite que emana de la Red. "El
problema está en un determinado círculo de pensadores que se protegen entre sí y
nunca se critican mutuamente. Y también en la bajísima exigencia intelectual de
este medio; parece que en el análisis de Internet se permiten afirmaciones que
no se consentirían en ninguna otra disciplina".
"Esa cosa que llamamos Internet no
existe"
Morozov detesta que le tilden de ludita enemigo de la tecnología.
Le parece una caracterización fácil que no se corresponde ni con su actitud
personal ni con su posición intelectual. Mientras otros conocidos críticos del
ideario de Silicon Valley como Nick Carr o Andrew Keen parten de posiciones
nostálgicas cuando no reaccionarias, el proyecto del pensador bielorruso tiene
más que ver con cuestionar y poner en solfa muchas de las verdades que damos por
universalmente reconocidas sobre la naturaleza de la Red.
Para Morozov Internet más que una tecnología es un mito, con unos
orígenes históricos e políticos muy determinados, y mientras no seamos
conscientes de ellos estaremos encerrados en un paradigma erróneo.
"Sobre la infraestructura física de la Red, los cables y los routers,
hemos construido una criatura mítica a la que hemos dotado de ciertas
cualidades. Algunas de ellas reflejan ciertas ideas sobre la modernidad, el fin
de la guerra fría, el fin de la historia, y también con nuestra fascinación por
ciertos proyectos de éxito en Internet como Wikipedia o el Software de Código
Abierto. Por supuesto ignoramos el número mucho mayor de proyectos que fallaron
y que no han afectado a nuestro mito sobre Internet".
¿Necesitamos otra manera de entender este conjunto disperso de
tecnologías distintas que hemos agrupado bajo la etiqueta la Red? "Sería bueno
forjar otro concepto que no estuviese enraizado en relatos míticos como el
ciberespacio, la digitalización, o la idea de que hay una realidad online y otra
offline. Todas esas ideas son productos de la historia, no verdades ontológicas
sobre cómo funciona el mundo. Y es horrible, porque nos llevan a discusiones
bizarras como si estar conectado es malo para el cerebro y estar desconectados
es bueno. Si mañana decidiésemos dejar de pensar que existen estas
categorías de online frente a offline todo seguiría igual, el mundo no se
pararía".
Sin embargo, hasta este escéptico sin límite tiene que acabar
aceptando que están cambiando cosas sobre nuestra visión de Internet,
probablemente para mejor. Las más recientes visiones utópicas de Internet, como
la idea de La Nube, están dejando paso a una comprensión más literal y
materialista de qué es la Red en realidad. La publicación este año de las fotos de los Data Centers
de Google, que mostraban por primera vez en público cómo son las
instalaciones que mantienen nuestros servicios digitales en funcionamiento,
suponen un modesto hito. "El interés actual por la infraestructura de la Red es
buena noticia, lo que pasa es que mucha de esa infraestructura es invisible,
porque está hecha de código. Puedes ver fotos de los Data Centers de Google pero
no de sus algoritmos, o de su código. Pero es sano que nos estemos alejando de
la retórica de la nube y nos acerquemos a visiones más rigurosas de cómo todos
esos cables están conectados."
José Luis de Vicente, El gran escéptico contra el modelo intelectual de Internet, eldiario.es, 10/12/2012
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