Com ser fidels a la ciència sense caure en la insignificància?
Mas para el que no se descorazona, para el que sigue con tenacidad y paciencia los meandros de una disciplina particular, la ciencia puede revelarse simplemente frustrante. Pues el tiempo se agota literalmente en la resolución de intrincadísimas fórmulas que a menudo conciernen solamente a un detalle del camino emprendido, detalle que, en razón de los propios recovecos del camino, ha perdido la perspectiva del paisaje general del horizonte de interrogantes en el que el pensamiento emprendió su tarea. Lo que se ha ganado en complejidad se ha perdido en significación, de tal manera que el espíritu baña literalmente en la insignificancia.
Y así, aunque nacida como exigencia de inteligibilidad vinculada a las cuestiones esenciales planteadas por el espíritu, arrancando en el estupor ante el comportamiento del entorno natural y la singularidad de los seres humanos, la ciencia se ve conducida al túnel de lo particularizado al límite, de lo carente de perspectiva, del detalle que sólo abre la puerta... a otro detalle. Tal es el momento de la inevitable especialización. "Espíritu sometido a la tortura de convertirse en máquina", cabria decir hegelianamente de ese momento. ¿Como ser fieles a la ciencia sin caer en la insignificancia? Obviamente es más fácil formular la pregunta que aventurar una respuesta. Quizás no hay remedio al principio, pues entonces la evocada lucha por descifrar y controlar los símbolos relativos al detalle puede acaparar todas las fuerzas de la inteligencia, quedando entre paréntesis la propia disposición subjetiva que condujo a buscar apoyatura en la ciencia.
Mas tal negatividad, tal momento de sombra, no coincide con el fin. La mediación por la ciencia se asemeja en ocasiones a una iniciación en la que sólo aquellos dotados de suficiente entereza salen enriquecidos. La riqueza consiste en este caso en el retorno al punto de partida, retorno a la interrogación filosófica. Pues bien:
Este retorno del estudioso de filosofía a su planteamiento originario, ya llenas las alforjas de los útiles indispensables, es como una proyección en la subjetividad del objetivo devenir del pensamiento, cuyo sentido se está evidenciando precisamente en nuestra época, entendiendo por tal el periodo que arranca a principios del siglo XIX y que recubre una secuencia de descubrimientos científicos que dejan literalmente estupefactos.
Tanto si los protagonistas de esos descubrimientos tienen formación filosófica como si no la tienen, es casi inevitable que la filosofía es a partir de ese momento cosa propia, lo cual no quiere decir que siempre respondan a esta llamada tan "indómita y nítida" como para el poeta John Masefield la llamada del mar (1).
Víctor Gómez Pin, La actitud ante la ciencia, El Boomeran(g), 27/12/2012
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(1) Se trata de un fragmento de "Salt-Water Ballads".
: "I must go down to the seas again/for the call of a running tide/ Is a wild call and a clear call/ that can' t be denied.
: "I must go down to the seas again/for the call of a running tide/ Is a wild call and a clear call/ that can' t be denied.
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