L'esperit il·lustrat contra la 'política de la identitat'.





El mejor argumento a favor de seguir leyendo a Homero, Ovidio, Shakespeare o Jane Austen no es enseñar a la gente a pensar como blancos. Por el contrario, el que estos escritores fueran blancos es su faceta menos interesante. Deberíamos leerlos porque expresan una humanidad en común. Lo mismo puede decirse de Du Fu, el poeta chino del siglo VIII, o de lo mejor de la poesía persa o árabe, o de La historia de Genji, de Léopold Senghor o James Baldwin. Todos son importantes no porque representen las voces de diferentes “comunidades”, sino porque cualquier persona puede reconocer algo de sí misma en ellos.


La veneración excesiva de la identidad, la raza, la clase social o la nación es propia de una perspectiva estrecha y provinciana, y resulta siempre empobrecedora. Las grandes civilizaciones provienen de las mezclas, no de la representación exclusiva. Esa es tal vez la lección que hay que aprender de los pensadores de la Ilustración. Pueden haber tenido toda clase de “puntos ciegos” que ahora, en nuestra sabiduría incomparable, somos capaces de reconocer, pero nunca se conformaron con el apego al sitio donde les había tocado nacer. Buscaron respuestas por todas partes, y el mundo es más rico gracias a eso.

Ian Buruma, El racismo y la Ilustración, Letras Libres 01/05/2021

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