El pes dels principis i la realitat.
Antton Zeilinger |
El peso de los principios. He venido enfatizando el hecho de que los principios ontológicos determinan algo más que nuestro enfoque cognoscitivo, que no usamos los principios, sino que nos plegamos a ellos, hasta el extremo quizás de confundirnos con los mismos. Manifestaciones de este plegarse son tanto el esfuerzo por hacer inteligible el orden natural como la acuidad práctica para enfrentarse al mismo, episteme y techne (en el sentido de técnica) sea rudimental o sofisticada.
Remitir los fenómenos a principios es dar cuenta o dar la razón de los mismos. Pero precisamente los principios mismos (si realmente son fundamentales) no tienen a su vez fundamentación. Mas entonces, la filosofía no es una actividad consistente en remitir a principios. He señalado al respecto que por el hecho mismo de reflexionar sobre los principios, de ponerlos encima del tapete, la filosofía da testimonio de una voluntad de pensar aun al riesgo de hacerlo sin apoyarse en lo que parecía fundamento del pensar mismo. Al filósofo, que se ocupa de lo que es por el hecho de ser compete el tratar de principios tan firmes (y en consecuencia tan intratables, tan poco flexibles) como el de no contradicción, es la respuesta de Aristóteles a la pregunta por él planteada: "¿Quién reflexionará sobre aquello que los matemáticos llaman axiomas ?"
Medio siglo atrás. Hace cincuenta años un teorema matemático revitalizó entre los físicos mismos la disposición a retomar la interrogación sobre la naturaleza, liberándose eventualmente de presupuestos que hasta entonces se habían considerado universales ontológicos y epistemológicos. Y desde hace más de treinta años se han sucedido los experimentos, cada vez más efectivos, escrupulosos hasta el detalle más ínfimo, tendientes a extirpar toda duda sobre el hecho de que las sorprendentes violaciones (tanto por las previsiones cuánticas como por los experimentos efectivos) de los límites establecidos por aquel teorema no eran resultado de la influencia de una fuerza clásica, aunque no percibida, que una partícula vendría a ejercer a distancia sobre otra.
Experimento reciente. En la senda del teorema de Bell se publicó en 1993 un importante protocolo firmado entre otros por Antton Zeilinger (Premio Newton de Física), que fue efectivamente experimentado en 2012, que deja literalmente estupefacto Pues, ¡cómo no va a ser sujeto de estupor el que dos realidades físicas (tal es en esencia lo que revela el experimento) espacialmente separadas se encuentren vinculadas por la simple constatación de que otras dos lo están¡ ¿Cómo es posible ? ¿Qué confianza seguir teniendo en las ideas nucleares con las que elaboramos nuestro concepto del orden natural, entre ellas la de que no puede haber intervención física a distancia (es decir intervención no mediada ni por la materia ni por el campo) si las partículas a las que se reducen las cosas que percibimos se comportan de este modo?
La Mecánica Cuántica supone para el estudioso de materias filosóficas una invitación a explorar meandros que constituyen un nuevo reto para nuestra esencia de animales marcados por el deseo de intelección y una exigencia de dotarse de instrumentos que posibilitan una mayor acuidad en el enfoque, aspecto este último vinculado a lo que en la Mecánica Cuántica es reductible a expresión matemática.
Realidad física dudosamente objetiva. Al hablar de asuntos como el nivel de correlación entre fotones puesto de relieve por el experimento de Aspect, he evitado a conciencia utilizar la expresión comportamiento objetivo. Pues cada vez que nos referimos a algo como una realidad objetiva estamos precisamente usando, implícita o explícitamente, criterios que dan por supuesto lo que precisamente tal comportamiento pone en tela de juicio. Cuando hablamos de realidad objetiva nos estamos refiriendo a un mundo en el que precisamente ciertas cosas (el tan singular comportamiento de los fotones en el experimento de Aspect) no suceden, entre otras razones porque la palabra misma cosa, si se refiere a lo físico se confunde siempre con lo sometido a leyes que hacen imposible que sucedan. No hay en todo caso para ellas explicación clásica.
Sabemos en cualquier caso que la localidad no rige en tales fenómenos y tratándose de física, sabemos (¡nada menos!) que la localidad no puede ser una ley universal del mundo físico. ¿Pero, cabe entonces siquiera hablar de leyes universales del mundo físico? Esta es alguna de las interrogaciones que en estos asuntos metafísicos se vienen planteando.
Víctor Gómez Pin, Asuntos metafísicos 61, El Boomeran(g), 05/08/2014
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