Vel i honor masculí.

Desde luego, el uso del velo -de cualquier tipo- está relacionado con la idea del honor masculino, que los varones pueden perder si sus mujeres (esposas, hijas, hermanas, etcétera) no observan la decencia sexual que marcan los cánones patriarcales. La primera vez que se legisla sobre el velo es en el código de Hammurabi (casi 2000 años a. C. y, por supuesto, muchísimo antes de que se escribiera el Corán). Este conjunto de leyes, uno de los más antiguos, determina la diferencia entre mujeres inviolables e invioladas, esto es, aquellas que están bajo la protección de un hombre: esposa, concubina casada e hijas vírgenes, las cuales deben ir veladas; y mujeres sin velo, las que no pertenecen a ningún hombre, están desprotegidas y, por tanto, pueden ser usadas libremente. Es decir, que no hay más que dos opciones: o someterse a un hombre o ser puta. Por lo menos desde los ojos masculinos, claro.
Casi 4.000 años más tarde, el peso de esta división arbitraria sigue presente. Así, de forma meridianamente clara, las adolescentes musulmanas entrevistadas hace unos días por este periódico justifican el uso del hiyab con este argumento: "¿Sabes? Sólo cuando llevas el velo los hombres te respetan". Sin duda, la de ellas y la de Najwa no parece ser una decisión muy libre, ni siquiera una imposición de los libros sagrados (el Corán no dicta esta norma), sino una regla cultural que controla la sexualidad femenina en beneficio de los varones.

Gemma Lienas, O putas o sumisas, El País, 08/05/2010

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