La necessària superació de la cultura consensual.

Desde la Transición, se ha impuesto en España una cultura consensual esencialmente desproblematizadora y despolitizadora.
Esa cultura consensual gobernó (aunque nunca sin réplicas) en España durante los años 80 y 90 mediante un sistema de información centralizado y unidireccional en el que sólo las voces mediáticas tenían acceso, mientras que el público jugaba el papel de audiencia pasiva y existían temas intocables.
Como cantaban los Housemartins, “nos dicen que hay diferentes puntos de vista, pero sólo son los diferentes tonos de una misma tristeza”. Esa tristeza es el consenso básico en política (sistema de partidos) y en economía (el mercado).
La reproducción de la cultura consensual pasa porque
1) aceptemos identificarnos con el papel que nos reserva a cada uno: la política es cosa de los políticos; la comunicación es la materia de los media; la palabra autorizada es un privilegio de intelectuales y expertos, etc.
2) aceptemos identificarnos con los temas que nos prescriben pensar y las alternativas que nos dan “ready-made” para hacerlo. Ayer, Gürtel, hoy Estatut, mañana lo que sea. Da igual que uno esté a favor o en contra del tema, lo importante es que se hable de él y no de otra cosa. Si aceptas el tema, si comentas el tema, si el tema te parece tema, entonces eres reconocido como interlocutor. Si el tema no te interesa, le das la vuelta a la manera de pensarlo o propones otro tema, enseguida se te llama al orden: “no tiene derecho a hablar”, “no tiene un título para opinar”, “antisistema”, etc.
La crisis de la representación atraviesa hoy todos los órdenes: cultural, político, mediático, intelectual, educativo, etc. Por todos lados surgen nuevos “colectivos de enunciación”: voces inesperadas. Y “enunciados imposibles”: miradas imprevistas y subversivas sobre el mundo. Son voces “fuera de lugar” que rebosan por fuera de los límites de las instituciones tradicionales: partido, media, sindicato, museo, universidad.
El “mundo de la cultura” ha formado parte de esos nuevos colectivos de enunciación que emiten enunciados imposibles (subversivos dentro de la cultura consensual). Pienso por ejemplo en el “no a la guerra”. Pero también ha formado y forma parte de la cultura consensual. Pienso en los debates sobre propiedad intelectual (salvo contadas excepciones). Es decir, que un “enunciado imposible” puede surgir del mundo de la cultura, pero no tiene porqué.
Lo importante es el desplazamiento por medio del cual quien no tenía una voz pública de pronto la conquista, la emplea y se hace escuchar. Puede ser “cualquiera”. Porque la política (la elaboración de la vida en común) nos afecta a todos y por tanto es asunto de cualquiera. No sólo de los políticos, ni muchos menos. Como tampoco la creación es patrimonio del mundo de la cultura, ni mucho menos. Ni el pensamiento es cosa de “intelectuales”, etc.
Y lo importante también es la cualidad de los enunciados que rompen el sentido común de lo que puede y no puede decirse, atravesando el “ruido” consensual y abriendo así lo que es posible ver, hablar y pensar sobre el mundo compartido en que vivimos.
Amador Fernández-Savater, Cultura consensual y enunciados imposibles, Público, 22/11/2010

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