Política i cirurgia estètica.
Vi el otro día en EL PAÍS una foto de Berlusconi y Fini, el presidente del Congreso italiano. Berlusconi estaba al fondo, serio, de frente, y mostraba un asombroso e inquietante parecido con una figura de cera. Quiero decir que su rostro no era de naturaleza carnal, sino de materia inerte, puro plástico. Sin duda su aspecto es un resultado de la transfiguración quirúrgica, de los implantes y los recosidos, de los muchos trabajitos de cirugía estética. Parece haberse puesto de moda últimamente entre los dirigentes políticos mundiales el rehacerse la cara en el quirófano. Ahí está la argentina Cristina Fernández, por ejemplo, brutalmente siliconada (probablemente sería guapa sin todo eso), o la presidenta de Brasil, la recién elegida Dilma Rousseff, que ha admitido haberse hecho dos operaciones estéticas, aunque en este caso deben de ser menores, porque hay que reconocer que a Dilma se le nota menos la carnicería. Por no hablar de Vladímir Putin, que hace poco apareció con unos sospechosos moretones en la cara que mismamente parecían las secuelas de un lifting, y de quien además se diría que es un vigoréxico, o sea, una de esas personas excesivamente obsesionadas por la musculatura.
En realidad, no sé por qué me extraño de esta predisposición de los mandatarios a remendarse el físico: la cirugía plástica se está convirtiendo en algo habitual en la gente de la farándula, es decir, en todos aquellos que viven de la cara, y por desgracia la clase política cada día se queda más en la superficie de las cosas, más en la forma de las cejas que en la calidad de las ideas que supuestamente se agolpan detrás. Nuestros políticos son vendedores de apariencias, y las apariencias que hoy se venden mejor son las recauchutadas. Aun así, no deja de sorprenderme que los ciudadanos puedan creer y confiar en un dirigente que engaña hasta en el grosor y la forma de sus labios. Si el pellejo, que es algo tan visible, ya es una mentira, ¿no es de temer que las palabras, que son mucho menos verificables, resulten aún más falsas?
Rosa Montero, De héroes y birrias, El País semanal, 28/11/2010
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