Models de bellesa i darwinisme.
La selección natural es una idea simple: todo ser vivo tiene una gran capacidad de reproducción -produce copias de sí mismo con leves variaciones-, pero en un mundo de recursos escasos solo algunas copias sobreviven lo bastante como para reproducirse a su vez: aquellas con unas variantes más ventajosas en ese entorno particular.
Si las condiciones del entorno se mantienen durante cientos de generaciones, las variantes ventajosas colonizarán toda la población. Visto desde fuera, la especie habrá evolucionado hacia una forma mejor adaptada a ese entorno.
Pero Darwin se dio cuenta de que la cornamenta del antílope y la cola del pavo real no podían haber evolucionado por selección natural -ambas son costosas de producir, molestas de llevar y aparentemente inútiles-, y postuló un segundo mecanismo para explicar ese tipo de ostentaciones: la selección sexual.
La teoría sostiene que hay rasgos (adornos, colores llamativos, tamaños chocantes) que garantizan a su portador un gran éxito con el sexo opuesto. La potencia de este motor evolutivo es en estos casos superior al de la selección natural, que tiende a eliminar esos alardes tan vistosos para los predadores. Como mecanismo evolutivo, tener éxito es más rápido que pasar inadvertido.
Tanto la cornamenta del antílope como la cola del pavo real son producto de la selección sexual, aunque de dos modos distintos. La cornamenta le sirve al macho para pelearse con otros machos por las hembras. La cola sirve directamente para gustar a las hembras. Son las preferencias sexuales de las pavas las que han impulsado la evolución de la cola de los pavos.
Una hipótesis extendida para explicar nuestras preferencias sexuales -o incluso todas nuestras tendencias estéticas- es que lo bello es un marcador de lo sano. Una cara simétrica, por ejemplo, sería el resultado final de un proceso de desarrollo adecuado. Esto explicaría el gusto humano por la simetría. Pero Courtiol no cree que esa idea explique los nuevos datos.
"Determinar si los rasgos atractivos representan o no signos de calidad es una cuestión difícil", dice el científico. "Ya Darwin y Wallace [Alfred Russell Wallace, el codescubridor de la evolución por selección natural] discreparon sobre la cuestión, y la controversia no ha cesado. Los psicólogos evolutivos tienden a ignorar esos problemas, por desgracia, y han propagado la idea de que el atractivo es la marca externa de los buenos reproductores". Por ejemplo, si las tres gracias de Rubens representaban el canon de belleza del siglo XVII, el atractivo en esa época quedaba fuera de los márgenes considerados saludables por la medicina actual. "En un cálculo a ojo, comparándolas con mi base de datos gráfica, yo les pondría un IMC de 30, como si midieran 1,62 y pesaran 78 kilos". Un índice de 30 es la frontera entre el sobrepeso y la obesidad. "Por cierto, que una de ellas parece tener un cáncer de mama".
Hay, en efecto, varios artículos técnicos recientes que indican que las tres gracias -o al menos alguna de ellas- padecían no solo cáncer de mama, sino también escoliosis, hiperlordosis, hiperextensión de las articulaciones metacarpales y pies planos. Más que un signo de vigor darwiniano, la belleza parece en este caso un síntoma de enfermedad.
Javier Sampedro, Nadie está con su pareja ideal, El País, 21/11/2010
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Nadie/pareja/ideal/elpepisoc/20101121elpepisoc_1/Tes?print=1
Javier Sampedro, Nadie está con su pareja ideal, El País, 21/11/2010
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Nadie/pareja/ideal/elpepisoc/20101121elpepisoc_1/Tes?print=1
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