Comunicació i auge del racisme.



Diversos factores interrelacionados han producido un cambio profundo en la cultura política. La propaganda de los movimientos neonacionalistas repite sin cesar el mito según el cual en 2015 Angela Merkel “abrió las fronteras” por decisión propia (y contra la voluntad del “pueblo”), y con los refugiados sirios llegó la desgracia. Por más que insistan, sus afirmaciones siguen siendo falsas. Las fronteras ya estaban abiertas. Lo único que decidió Merkel fue no cerrarlas, evitando así los efectos devastadores que habría tenido la retención de los refugiados en los países balcánicos. No fue tan solo un bonito gesto humanitario (como si las mujeres solo fuesen capaces de eso), sino una inteligente decisión táctica. A diferencia de lo que insinúa la retórica de la derecha, con ello Merkel tampoco actuó en contra de su propio pueblo. En Alemania ya existía desde mucho antes un impresionante movimiento civil de apoyo a los refugiados sirios por parte de jóvenes y viejos, organizaciones e individuos, estudiantes y ciudadanía en general. El Gobierno reaccionó más bien tarde, ya que ese asombroso movimiento altruista transversal llevaba tiempo en marcha. De hecho, en esa época nunca hablé con nadie en Berlín, ya fuese un taxista o un verdulero, un transexual maduro o un policía joven, que no dedicase su tiempo libre a los refugiados. Con nadie.
El error de Merkel no fue la posición que adoptó ante la inmigración, sino su incapacidad retórica para argumentar y defender públicamente su política en Alemania y en Europa. Sus años de gobierno han dejado un trágico vacío de deliberación democrática, de debate discursivo sobre las razones de la acción política, de las convicciones sociales o de las decisiones económicas. Con su incompetencia para la comunicación, la canciller ha permitido que los demagogos de la derecha impidan ver los considerables éxitos de la inclusión de casi un millón de refugiados. La economía alemana florece; hacía tiempo que las cifras del paro no eran tan bajas; un tercio de los refugiados ya tiene trabajo y está afiliado a la Seguridad Social; según un sondeo reciente, la mayoría de la población considera la emigración algo claramente positivo e incluso apoya la acogida de refugiados aunque otros países europeos la rechacen. A pesar de todo, la derecha penetra en el debate en los medios de comunicación con su caricatura apocalíptica de una supuesta invasión musulmana, de una sustitución étnico-biológica de la población, y empuja al Gobierno hacia delante.
Carolin Emcke, La normalización del odio, El País 23/09/2018

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