Democràcia i sense mesura (Tzvetan Todorov).
Hoy en día ningún modelo de sociedad no democrática se presenta cono rival
de la democracia. Todo lo contrario. Vemos que la aspiración a la democracia se
pone de manifiesto prácticamente en todos los lugares en los que hasta ahora no
existía. Eso no quiere decir que las democracias no deban ya pensar en
protegerse con las armas. La población mundial no ha quedado sustituida de
repente por una tribu de ángeles. Sigue habiendo muchas razones para la
hostilidad, incluso la agresión, entre pueblos, pero ya no hay un enemigo
global, un rival a nivel mundial. En contrapartida, la democracia genera por sí
misma fuerzas que la amenazan, y la novedad de nuestro tiempo es que esas
fuerzas son superiores a las que la atacan desde fuera. Luchar contra ellas y
neutralizarlas resulta mucho más difícil, puesto que también ellas reivindican
el espíritu democrático, y por lo tanto parecen legítimas. Malestar en la democracia (9-10)
El régimen democrático se define a partir de una serie de características
que se combinan entre sí para formar una entidad compleja, en cuyo seno se
limitan y se equilibran mutuamente, ya que, aunque no se oponen frontalmente
entre sí, tienen orígenes y finalidades diferentes. Si se rompe el equilibrio,
debe saltar la alarma.
En primer lugar, la democracia es, en el sentido etimológico, un régimen en
el que el poder pertenece al pueblo. En la práctica, toda la población elige a
sus representantes, que de manera soberana establecen las leyes y gobiernan el
país durante un espacio de tiempo decidido previamente. (…) Forman parte del
pueblo todos los que han nacido en el mismo suelo, a los que se añaden los que
han sido aceptados por éstos. En una democracia, al menos teóricamente, todos
los ciudadanos tienen los mismos derechos, y todos los habitantes son
igualmente dignos.
A las democracias modernas se las llama liberales cuando a este primer
principio fundamental se suma un segundo: la libertad de los individuos. El
pueblo sigue siendo soberano, cualquier otro opción supondría someterlo a una
fuerza exterior, pero su poder es limitado. Debe detenerse en las fronteras del
individuo, que es el dueño de sí mismo. Una parte de su vida depende del poder
público, pero otra es independiente. La plenitud personal se ha convertido en
un objetivo legítimo de la vida de los individuos. Así, no es posible
reglamentar la vida en sociedad en nombre de un único principio, ya que el bien
de la colectividad no coincide con el del individuo. La relación que se
establece entre los dos formas de autonomía, la soberanía del pueblo y la
libertad individual, es de mutua limitación: el individuo no debe imponer su
voluntad a la comunidad, y ésta no debe inmiscuirse en los asuntos privados de
sus ciudadanos. (11-12)
Por otro lado, las democracias rechazan las actitudes fatalistas de
resignación (…) toda democracia implica la idea de que es posible mejorar y
perfeccionar el orden social gracias a los esfuerzos de la voluntad colectiva
(12).
Los peligros inherentes a la idea de democracia proceden de aislar y
favorecer exclusivamente uno de sus elementos. Lo que reúne estos diversos
peligros es la presencia de cierta desmesura. El pueblo, la libertad y el
progreso son elementos constitutivos de la democracia, pero si uno de ellos
rompe su vínculo con los demás, escapa a todo intento de limitar y se erigen
como principio único, esos elementos se convierten en peligros: populismo,
ultraliberalismo y mesianismo, los enemigos íntimos de la democracia (13).
La democracia, acechada por la
desmesura
Tzvetan Todorov, Los
enemigos íntimos de la democracia, Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores,
Barna 2012
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