El trilema polític fonamental de l'economia mundial (E. C. Rodrick).
Construir
nuestro mundo económico sobre una base más segura requiere una mejor
comprensión del frágil equilibrio entre mercados y gobernanza. En este libro
voy a presentar una narración alternativa basada en dos ideas sencillas. La
primera, que los mercados y los gobiernos se complementan, no se sustituyen. Si
quieres más y mejores mercados, tienes que tener más (y mejor) gobernanza. Los mercados
funcionan mejor no donde los Estados son débiles, sino donde son fuertes. La
segunda, que el capitalismo no se da en un único modelo. La prosperidad y
estabilidad económica puede lograrse mediante diferentes combinaciones de
formas institucionales de organizar los mercados de trabajo, las finanzas, las
reglas de gobierno de las empresas, el bienestar social, etc. Las naciones son
propensas a –y, en efecto, tienen derecho a ello– escoger entre estas opciones dependiendo
de sus necesidades y valores.
Aunque dicho así
pueda parecer una perogrullada, estas ideas tienen enormes consecuencias para
la globalización y la democracia, así como para establecer los límites hasta
donde podemos llegar con cada una en presencia de la otra. Una vez que se ha
comprendido que los mercados necesitan a las instituciones públicas de
gobernanza y regulación para poder funcionar bien, y además, se acepta que las naciones
pueden tener distintas preferencias sobre la forma que deben adoptar esas
instituciones y regulaciones, se ha empezado a contar una historia que lleva a
finales radicalmente distintos.
Concretamente,
se habrá empezado a comprender lo que llamaré trilema político fundamental de
la economía mundial: no podemos perseguir simultáneamente democracia,
autodeterminación nacional y globalización económica. Si queremos impulsar más
la globalización, tenemos que renunciar en parte a la nación Estado o a la
política democrática. Si queremos conservar y profundizar la democracia, tenemos
que elegir entre nación Estado e integración económica internacional. Y si
queremos mantener la nación Estado y la autodeterminación, tenemos que elegir
entre profundizar la democracia o profundizar la globalización. Nuestros
problemas tienen sus raíces en nuestra renuencia a enfrentarnos a estas
opciones ineluctables.
Aunque fuera
posible avanzar tanto en democracia como en globalización, el trilema sugiere
que para ello se requiere la creación de una comunidad política global que sea
muchísimo más ambiciosa que todo lo que hemos visto hasta la fecha o que sea
probable que pongamos en práctica en un futuro no muy lejano. Exigiría que la democracia
creara reglas globales que se apoyaran en mecanismos de responsabilidad mucho
más complejos que los que tenemos actualmente. Una gobernanza global
democrática de este tipo es una quimera. Afirmo en este libro que existen
demasiadas diferencias entre las naciones Estado como para que sus necesidades
y preferencias se acomoden a normas e instituciones comunes. Sea cual sea la
gobernanza que logremos, podrá abarcar únicamente una versión limitada de la
globalización económica. La gran diversidad que caracteriza nuestro mundo de
hoy hace que la hiperglobalización y la democracia sean incompatibles.
De modo que
tenemos que elegir. Voy a ser claro respecto a lo que elijo yo: tanto la
democracia como la autodeterminación nacional deben primar sobre la
hiperglobalización. Las democracias tienen el derecho a proteger su
organización social, y cuando este derecho interfiere con los requisitos de una
economía global, es esta última la que debe dejar paso.
Podría pensarse
que este principio significaría el fin de la globalización. No es así. Espero
que al final de este libro el lector se haya convencido de que reforzar las
democracias nacionales pondrá a la economía mundial sobre una base más sana y
más segura. Y ahí se encuentra la paradoja última de la globalización. Una delgada
capa de reglas internacionales que deje un amplio espacio de maniobra a los
gobiernos nacionales es una globalización mejor. Permite hacer frente a los
males de la globalización mientras conserva sus enormes bondades económicas.
Necesitamos una globalización inteligente, no una globalización máxima.
E.C. Rodrick, La paradoja de globalización
(Introducción)
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