Parkinson i creativitat.
En 2006, el neurólogo Anjan Chaurrejee, de la Universidad de Pensilvania,
describió este curioso caso. El paciente, un hombre de 68 años, trabajaba como
diseñador gráfico. Hasta entonces había pintado más bien poco. En 1992 se le
diagnosticó la enfermedad de Parkinson. Se quejaba de temblores y rigidez en el
brazo derecho. Los médicos le trataron con diversos medicamentos: levodopa (un
precursor del neurotransmisor dopamina) y otros fármacos que contenían
agonistas de la dopamina (sustancias que estimulan los receptores de dicho
transmisor).
En 200, por recomendación del psicólogo, este individuo comenzó a pintar
con el fin de combatir su depresión. Con el tiempo, la pintura se convirtió en
una auténtica obsesión: produjo centenares de obras en pocos años y se vio
impulsado, como nunca antes, a crear: incluso pintaba varios cuadros a la vez
(…).
Jaime Kilisevsky y sus colaboradores de la Universidad Autónoma de
Barcelona publicaron un caso similar en 2009. Un paciente con la dolencia de
Parkinson y aficionado a la pintura desarrolló, bajo la influencia de la
medicación, un nuevo y fructífero estilo impresionista (…) El impulso creativo
de este sujeto llegó a tal extremo que, para desgracia de su familia, al final
solo le interesaba esta faceta de su vida: pintaba a todas horas, incluso por
la noche.
(…) Según informaron Annette Schrag y Michael Trimble, del Colegio
Universitario de Londres, un hombre de 55 años y con la enfermedad de Parkinson
empezó a escribir poesía por primera vez en su vida pocos meses después de que
los médicos trataran su patología con levodopa y un agonista de la dopamina.
Incluso ganó el concurso anual de la Asociación Internacional de Poetas y
publicó sus composiciones en periódicos y revistas.
No obstante, tuvo que pagar un precio por esa creatividad rebosante: el
nuevo poeta se comportaba de forma cada vez más extraña. Diseminaba ideas de
grandiosidad, sufría delirios paranoides, hablaba por los codos y se mostraba
irritable y nervioso. (…)
En 2011, unos médicos franceses comunicaron el caso de un paciente con
parkinsonismo quien, desde cero, empezó a escribir libros. Ganó un premio de
literatura y, asimismo, acabó con alteraciones conductuales que obligaron a los
facultativos a reducir la dosis de la medicación que recibía. Tras esa medida,
su talento literario desapareció.
Se sospecha que los brotes de creatividad, así como la obsesión por crear,
en las personas con parkinson se deben al tratamiento farmacológico. (…)
En 2012. Margherita Canesi, neuróloga del Centro Parkinson del Instituto de
Perfeccionamiento de Milán, investigó si la creatividad de ciertos pacientes
podría reflejar un talento interno oculto hasta ese instante. Su equipo examinó
36 pacientes con parkinsonismo; de estos, la mitad había desplegado
inclinaciones artísticas durante su enfermedad. (…)
Todos los probandos resolvieron, asimismo, una prueba que valoraba
diferentes aspectos de la creatividad. Los científicos descubrieron un dato que
les sorprendió: los pacientes con dotes artísticas no puntuaban mejor que los
sujetos sanos de control. En cambio, los pacientes que no practicaban
actividades artísticas obtenían una puntuación por debajo del promedio. Es
probable que los “artistas” respondieran de forma más sensible a la medicación.
De esta manera, el tratamiento de restitución con dopamina normalizaría, en su
caso, la capacidad creativa, apunta Canesi. Por otro lado, la estimulación
mediante medicamentos del sistema de recompensa del cerebro (que depende de la
dopamina) proporcionaría a los pacientes creativos un empuje de motivación
adicional, por lo que el trabajo artístico les resultaría más gratificante.
Numerosos estudios confirman el efecto de la dopamina sobre la creatividad.
Según explica Flherty, de la Escuela de Medicina de Harvard, dicho transmisor
mejora la memoria operativa, lo cual facilita la creación de asociaciones
mentales, requisito importante para la creación.
Con todo, ¿puede considerarse la dopamina el neurotransmisor de la
creatividad por antonomasia? Si bien parece que la dopamina favorece el
pensamiento creativo en varios ámbitos, la intensidad depende de la dotación
genética de cada uno, constató en 2010 el grupo de Fredrik Ullén, del instituto
Karolinska de Estocolmo. Examinaron esta relación en 14 individuos sanos.
Los investigadores partían del supuesto de que los valores más altos en la
prueba de creatividad dependían de la expresión de ciertos receptores de la
dopamina en el tálamo, estructura esta que forma parte del diencéfalo. Dicha
región cerebral se conoce también como “puerta de la conciencia”, puesto que
filtra los estímulos que afluyen al cerebro. Solicitaron a los probandos que
resolvieran un test de inteligencia y otro sobre pensamiento divergente, el
cual describe la capacidad creativa para buscar el mayor número posible de
alternativas y producir ideas nuevas para resolver un problema.
Mediante tomografía por emisión de positrones y un marcador radiactivo, los
investigadores visualizaron los receptores de dopamina del tálamo de los participantes.
Confirmaron su hipótesis: cuantos menos receptores D2 inhibitorios existían,
mejor resultaba el pensamiento divergente. Los resultados revelaron, asimismo,
que este último no tiene nada que ver con la inteligencia.
En cambio, la transición del pensamiento divergente hacia fantasías
desbordantes podría ser fluida en los trastornos psíquicos, ya que los
receptores talámicos para unirse a la dopamina influye también en las ideas
delirantes y alucinaciones de las personas aquejadas de esquizofrenia.
“La densidad reducida de receptores D2 en el tálamo merma, con toda
probabilidad, la función de filtro de las señales nerviosas de esta región
cerebral y determina, en consecuencia, una mayor afluencia de información,
apunta Ullén. De este modo, el cerebro filtraría y regularía peor las
informaciones que le llegan del exterior y, al mismo tiempo, aumentaría la
excitación de las regiones corticales.
Ello facilitaría, por un lado, combinar de manera flexible la activación de
las distintas formas de pensamiento, por otro, fomentaría la aparición de
alucinaciones y trastornos ideatorios en las personas con enfermedades
psicológicas. El mito sobre la proximidad entre genio y el delirio recibe un
nuevo impulso con el estudio de Ullén. O, expresado con sus propias palabas:
“Es más fácil ver más allá del borde del plato si este se encuentra agrietado”.
Un amplio estudio corroboró esta tesis en 2011. El grupo de Simon Kyaga,
también del Instituto Karolinska, evaluó los datos de 300.000 personas que
habían sido tratadas entre 1973 y 2003 debido a esquizofrenia, trastorno bipolar
o depresión. El objeto del estudio consistió en averiguar si estos sujetos o
sus familiares trabajaban en algún campo creativo, como la escritura, la
fotografía, la pintura o, incluso, la investigación.
Al analizar los datos se comprobó que las personas con esquizofrenia y las
que tenían trastorno bipolar realizaban trabajos creativos con una frecuencia
superior a la media. No solo ellos, también sus familiares. (…) Curiosamente,
cuanto más emparentados estaban los familiares con el enfermo, más se
aproximaba su ocupación a la rama creativa. En cambio, la concordancia con
hermanastros resultaba menor, a pesar de compartir el entorno familiar.
¿Puede ser este el motivo por el que la evolución no haya erradicado
ciertos trastornos psiquiátricos en el curso de la historia de la humanidad? Un
componente genético que, pongamos por caso, aumentara una tendencia a la
esquizofrenia, a la par que una propensión a la creatividad, no entrañaría solo
inconvenientes, al contrario, quien no enfermara resultaría beneficiado. La
riqueza de ideas ayudaría, con toda probabilidad, a la búsqueda de pareja o de
alimento.
En la actualidad, el pensamiento y las acciones creativas representan un
requisito esencial para una vida plena, tanto en el ámbito profesional como
ocioso. Por esta razón, Flahery subraya la necesidad de que los médicos
protejan la creatividad de los pacientes con enfermedades psíquicas o
neurológicas, aunque en muchos casos resulte inevitable la medicación. Esta
neuróloga experimentó en su propia piel una fase de creatividad compulsiva a
finales de los años noventa, cuando sus gemelos murieron en el momento del
parto. No pudo dejar de escribir, dedicación impulsiva que fructificó en su
premiada obra The midnigt disease (La enfermedad de medianoche).
Sobre todo en las personas esquizofrénicas surge la pregunta de la dosis.
Al requerir una disminución de la concentración de dopami8na, muchos afectados
experimentan una pérdida de la capacidad creativa, por lo que dejan de tomar la
medicación en parte o por completo. “Los pacientes pueden abandonar el
tratamiento solo por el miedo a esta pérdida”, afirma Flahery.
Kulisevsky explica que la línea entre una mayor calidad de vida gracias al
trabajo artístico y la aparición de un comportamiento obsesivo es muy delgada,
incluso para los enfermos de parkinson. La pregunta sobre el equilibrio
correcto surge de forma reiterada: si los médicos reducen las dosis de
fármacos, es probable que desaparezcan las capacidades artísticas recién
descubiertas del afectado. ¿Qué hacer? Flahery reclama: “No podemos rechazar la
conservación médica de la creatividad por tratarse de un problema de difícil
resolución, cuando la vida y el bienestar emocional de muchos pacientes
dependen de ello.”.
Patricia Thivissen, El
neurotransmisor de la inspiración, Mente y cerebro 70. 2015
Annex
En personas que sufren la enfermedad
de Parkinson se destruyen células de la sustancia negra que produce dopamina.
Para contrarrestar tal pérdida, los afectados reciben fármacos que estimulan de
nuevo la transmisión de la señal dopamínica. Entre estos medicamentos se
encuentra la levodopa, un precursor de la dopamina, y los agonistas de la
dopamina, que actúan de la misma manera que la dopamina sobre los receptores. Ello
reduce, entre otros, los problemas de control de los movimientos.
La esquizofrenia, en cambio, se
manifiesta de múltiples maneras. En su génesis intervienen numerosos factores,
algunos de naturaleza psicosocial.
Los síntomas psicóticos obedecen,
por un lado, a una transmisión dopaminérgica hiperactiva desde el mesencéfalo
hasta el sistema límbico. Otros síntomas pueden relacionarse con una menor
transmisión dopaminérgica hacia la corteza cerebral.
La carencia de receptores
inhibidores de la dopamina en el tálamo (puerta de la conciencia) reduce de tal
modo esta función de filtro que los sujetos esquizofrénicos sufren
alucinaciones y trastornos de pensamiento. En cambio, en las personas sanas,
una menor densidad de receptores aumenta la flexibilidad a la hora de pensar y
tener ideas.
Comentaris