Qui no em pot enganyar?


Como bien saben los mentirosos y los estafadores, somos una especie bastante confiada. Tenemos una natural disposición a creer en lo que los demás nos dicen o, al menos, a creer que nos lo dicen sin intención de engañarnos. La mentira funciona sobre el horizonte de la confianza. Sin monedas de curso legal no cabrían las falsificaciones. Un elemental compromiso con la verdad, un entramado de creencias sobre la sinceridad de las creencias de los demás, es una de las argamasas que mantienen unidas a las sociedades. Quizá resulte exagerado creer a alguien cuando nos dice "te quiero", pero estamos convencidos de que cuando nos dice "son las cinco y cuarto" no nos está queriendo decir "me han despedido del trabajo". Ésa es la confianza mínima, compartida, sin la cual no hay manera. Si, además, experimentamos alguna simpatía o afecto por nuestro interlocutor, la ingenuidad es mayor. Todos pueden engañarnos, pero aquellos con quienes compartimos mayores ámbitos de confianza pueden engañarnos mucho más.

Félix Ovejero Lucas, En el error, erre que erre. El País, 28/06/2007

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