Opinió pública i política.
Este artículo de Dan Williams es fantástico, como suele ser habitual en él. Trata de las ideas de Walter Lippmann sobre la opinión pública en las democracias modernas y de la respuesta que le da John Dewey. Si tenéis poco tiempo y no podéis leerlo, leed por lo menos este extracto que sería la esencia del pensamiento de Lippmann:
“Para Lippmann, pues, el problema central de la opinión pública es el siguiente:
Los ciudadanos se ven obligados a comprender una realidad inimaginablemente vasta y compleja a la que casi no tienen acceso directo. Para llevar a cabo esta tarea, se basan en sistemas de estereotipos simplificadores y distorsionadores que reducen esta realidad a una imagen de muy baja resolución que les resulta atractiva. Estos estereotipos los adquieren en gran medida de otros. Y determinan no sólo cómo interpretan la información compartida por otros, de la que dependen por completo, sino cómo interpretan sus propias experiencias de primera mano. Y, por supuesto, esos otros -incluidos los periodistas de los que dependemos para estar «informados»- están exactamente en la misma situación.
Sin embargo, Lippmann cree que la situación es aún más desesperada. Los ciudadanos no sólo acceden a la realidad a través de complejas y opacas cadenas de testimonios, confianza e interpretación, sino que son ajenos a esta mediación. Creen que ven la realidad objetivamente. Tratan sus opiniones como simples reflejos de hechos evidentes. Son -utilizando una vez más el lenguaje de la psicología moderna- «realistas ingenuos», que tratan la verdad como algo evidente e innegable. En un lenguaje que Karl Popper introduciría muchas décadas después de Opinión Pública, asumen que la «verdad es manifiesta» o, como ha dicho Raymond Geuss, que la verdad está «ahí en la calle, al sol, esperando a ser observada por cualquiera que mire en su dirección general».
Por ello, la gente confía demasiado en sus opiniones políticas. No sólo están sujetos a innumerables fuentes de error y percepción errónea, sino que ignoran su vulnerabilidad ante tales factores distorsionadores. Por eso, el desacuerdo político les resulta casi incomprensible. Si la verdad es evidente, ¿por qué no la ven los demás? Tal vez estén mintiendo, o locos, o dementes. Como dice Lippmann,
«Puesto que mi sistema moral se basa en mi versión aceptada de los hechos, quien niega mis juicios morales o mi versión de los hechos es para mí perverso, extraño, peligroso. ¿Cómo puedo explicarlo? Siempre hay que explicar al oponente, y la última explicación que buscamos es que él ve un conjunto diferente de hechos. Evitamos tal explicación, porque socava el fundamento mismo de nuestra propia seguridad de que hemos visto la vida con firmeza y la hemos visto entera.»
Dan Williams
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