L'ésser humà, una espècie jeràrquica.




Nos creemos diferentes al resto de los animales e inmunes a sus juegos de dominación social, pero lo cierto es que los humanos somos primates sociales muy jerárquicos y se nota.

En cuanto estamos en grupo establecemos una competencia subterránea por establecer el orden jerárquico entre las personas presentes y luego lo seguimos sin darnos cuenta: no tratamos igual a las personas de rango ‘superior’ al nuestro que a las de rango ‘inferior’ según los códigos de primacía.


Así, como demuestra un reciente estudio, ajustamos nuestro comportamiento al rango de quien tenemos enfrente, sin darnos siquiera cuenta. Por la cuenta que nos trae.

De modo automático y casi inconsciente cambiamos nuestro comportamiento, que depende de nuestra posición social relativa con respecto al interlocutor.

Por ejemplo el análisis recién publicado demuestra que tanto hombres como mujeres cuando están en una entrevista con alguien muy dominante (grande, ruidoso, seguro de sí) automáticamente elevan el tono de su voz haciéndola más aguda.

Sin embargo cuando ellos son la persona dominante en una situación o bien no cambian su tono de voz, o bien tienden a hacerlo más bajo; los tonos bajos están asociados a dominación, sobre todo en los varones, y los agudos a sumisión.

La única diferencia es que en los humanos la jerarquía no se establece mediante el ‘picoteo’, las microagresiones comunes en otros animales, sino también mediante el prestigio social: una gran científica, política o empresaria pequeña de cuerpo y de voz aguda puede ser reconocida como la persona dominante por el conocimiento compartido de su valía social.

Los mecanismos por los que en conjunto 'decidimos' dar mayor o menor rango son diferentes que en otros animales, afortunadamente.

Pero en lo demás somos primates jerárquicos, como todos los demás, aunque quizá algo más discretos que nuestros parientes.

José Cervera, Sumisión: hablamos diferente ante los superiores, el diario.es 20/02/2018

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