Política, evolució i espectre autista.







Charles Darwin era perfectamente consciente de la amoralidad intrínseca de la evolución que le llevó a renegar definitivamente de la religión, como muestra el extracto de la carta que le escribió el 22 de mayo de 1860 a su colega, el naturalista estadounidense Asa Gray, que abre esta entrada. La existencia de una atroz avispa que deposita sus huevos en el cuerpo de las orugas para que sus vástagos crezcan alimentándose de ellas, le parecía al autor de El origen de las especies una prueba definitiva de que el mundo se hallaba “desprovisto de designio y caridad”. La selección natural no es progresista, la naturaleza es despiadada. ¿Y la sociedad humana?

Lejos de perseguir la resurrección de un darwinismo social que en el quicio entre el siglo XIX y el XX sirvió de justificación a la esclavitud o el imperialismo, uno piensa estos días de la victoriosa segunda venida de Trump si los liberales, cosmopolitas, pinkerianos, etc, no nos hemos equivocado también dramáticamente al rezar al Dios del Progreso. Cual gnósticos modernos, como nos describe el siempre brillante y desolador John Gray, observamos la increíble acumulación de conocimiento científico y tecnológico de la última centuria y la erigimos en una nueva religión sólo al alcance de los iniciados que haría del mundo, en lucha permanente entre el bien y el mal, un lugar mejor. Pero olvidamos la Caída.

¿Es posible que la benéfica globalización socialdemócrata tras la Segunda Guerra Mundial haya constituido un espejismo antinatural y que la tendencia tribal humana regrese ahora para volver a reinar donde nunca debió ser destronada? Porque no es la inteligencia ni la razón lo que diferencia a nuestra especie del resto del mundo vivo sino nuestra excepcional capacidad para reconvertir las emociones en mitos sensibles para fortalecer la cohesión del grupo y destruir a los tipos del otro lado del río.

¿Es posible -y aquí lanzo una extraña hipótesis- que la presencia de los nuevos “barones ladrones” de Silicon Valley en la toma de posesión de Trump sea un terrible ejemplo de evolución dual? ¿Y si el autismo de Elon Musk O Zuckerberg fuera lo más adaptativo en un mundo plenamente digital y otorgara a estos crudelísimos Aspergersin empatía un poder como el que nadie ha tenido nunca para remodelar la civilización a su voluntad?

Ya saben, un ejemplo de evolución dual o coevolución gen-cultura —perfectamente darwiniana— sería el consumo de lácteos en la edad adulta, una anomalía del Sapiens. La hipótesis muy resumida dice así: un gen que nos permitía digerir la lactosa más allá de la lactancia mutó por casualidad al mismo tiempo que inventábamos la domesticación neolítica y teníamos de pronto acceso a fuentes masivas de leche. ¿Resultado? Los que tuvieron la suerte de contar con el gen mutante, se alimentaron mejor, tuvieron más descendencia y expandieron así aquella ventaja. El azar y la necesidad.

Terminamos. Es bien conocida la preponderancia del espectro autista en Silicon Valley. En sus extremos el trastorno puede llegar ser incapacitante pero también dota a quien lo padece de una especial sensibilidad para detectar y urdir patrones numéricos, ya sea cerillas desperdigadas por el suelo como en ‘Rain Man’ o los algoritmos de las redes sociales —o de la IA— que han dotado a sus perpetradores de una fortuna y un poder desconocido en la historia de la humanidad. Así, la sociedad de la información favorecería la actividad de muchos autistas que, si bien de capacidades sociales limitadas, deslumbran sin embargo en campos como las matemáticas, el 'software' o la ingeniería. Asocien a estos genios absolutamente desprovistos de empatía con un estafador populista sin escrúpulos como el nuevo presidente de EEUU y échense a temblar por el mundo que viene, que ya está aquí.

Daniel Arjona, Poder Asperger: Elon Musk, Silicon Valley y la corte autista de Donald Trump, elarjonauta.substack.com 21/01/2025

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