La maledicció de Casandra.
Hace milenios contaba Homero la historia de Casandra, aquella sacerdotisa de Apolo que se entregó al deseo del dios a cambio de hacerse con el don de la profecía. Pero una vez accedió al arcano de la adivinación, repudió el amor de Apolo que, desairado, la maldijo escupiéndole en la boca: aunque mantendría su don, nadie creería jamás en sus pronósticos. Sus advertencias serían por siempre viento perdido, eco sin oyentes. Ni siquiera en su propia ciudad: Troya.
Griegos y troyanos se habían enfrentado durante años, y la ciudad había resistido todo embate, cercada por sus poderosas murallas. Sorpresivamente, una noche, los griegos dejaron a sus puertas el famoso caballo de madera que los troyanos interpretaron como un regalo para rehacer los lazos y las paces. La guerra por fin parecía llegar a su término. La alegría no podía contrariarse. Sin embargo, Casandra vio lo que otros no querían ver. Mientras Troya celebraba, corrió por las calles, advirtió a sus hermanos, gritó en los templos. Nadie la escuchó. Su voz se ahogó entre risas y brindis. "El caballo es una trampa", repetía, con el rostro desencajado. Pero los troyanos, cegados por la falsa victoria, la llamaron loca y la ignoraron.
Cuando el sol apenas despuntaba en la madrugada, un contingente de soldados griegos emergieron silenciosos del vientre de madera y abrieron las puertas de la ciudad. En pocas horas, sus edificios ardían, y su gente caía bajo la espada. Casandra, que lo vio todo antes que nadie, sólo pudo llorar sobre las ruinas de su hogar. Hoy en día, los troyanos dan nombre a poderosos y efectivos anzuelos informáticos que, revestidos de bondad como piel de cordero, guardan en su interior el furibundo ataque de un lobo. Pero aún no es tiempo de lobos.
A pesar de todas las advertencias que en su día lanzaron las Casandras de la historia, son múltiples las civilizaciones que han acabado sucumbiendo al ignorar sus advertencias de colapso. Jared Diamond lo contó magistralmente: Los vikingos en Groenlandia agotaron sus recursos sin adaptarse al entorno, la civilización maya enfrentó crisis ecológicas sin respuesta efectiva y los habitantes de la Isla de Pascua destruyeron su propio ecosistema. La paradigmática caída del imperio romano ha recibido hasta cien causas de su derrumbe. Cada una de estas sociedades tuvo probablemente sus Casandras, pero no las escucharon, al menos no como para evitar la caída.
Javier Jurado, El pensamiento apocalíptico, Ingeniero de Letras 22/02/2025
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