L'actualitat del problema de la immortalitat.
En sus primeras formulaciones, la inmortalidad se concebía como una liberación
de las ataduras del cuerpo y la elevación del alma a las regiones superiores
del cosmos, la bóveda celeste donde se hallan las estrellas y moran los dioses.
Para el yo moderno la imagen de un cosmos perfecto, regular y completo, que
integra todos los seres, incluido el hombre y su supervivencia postmortem, ha
dejado hace mucho de ser una interpretación veraz de su experiencia del mundo.
El yo moderno hace en determinado momento el paradójico descubrimiento de
que, como totalidad autónoma, escindida del cosmos, es una individualidad única
e irrepetible pero también el de que, pese a esta suprema dignidad, el mundo le
tiene preparado un destino indigno: su muerte. Ser contemporáneo significa aceptar
con honestidad tanto esta condición antitética del yo como el hecho de la
injusticia estructural del mundo con él. Ninguna filosofía puede hoy ignorar
este dato fundamental sin incurrir en anacronismo.
Es natural que ese yo en continua intimidad consigo mismo, a quien se le
permitió nacer y madurar en este mundo, al sorprender se un día ya adelantado
en el camino de la vida, anticipe la destrucción que le está reservada y sienta
el deseo de no morir y, dado lo inflexible de la ley que lo ordena, el de
seguir siendo después con un yo tan individual y corporal como antes. En
consecuencia, la pregunta por la supervivencia postmortem es perfectamente
pertinente y aun ineludible, incluso en nuestro tiempo positivista, siempre que
sepa formularse de una manera verosímil para una mentalidad actual.
Javier Gomá Lanzón, Necesario pero imposible, Taurus, Madrid 2013
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