A la perifèria del cervell.
Para demostrar la interferencia de la
conciencia como si fuera un truco de magia, entregue a un amigo dos rotuladores
–uno en cada mano– y pídale que firme su nombre con la derecha y al mismo
tiempo que firme hacia atrás (espejo invertido) con la izquierda. Esa persona
descubrirá rápidamente que sólo hay una manera de hacerlo: no pensando en ello.
Al excluir la interferencia consciente, sus manos pueden
llevar a cabo complejos movimientos espejo sin problema alguno, pero si piensa
en sus acciones, la labor se enreda rápidamente en una maraña de trazos
vacilantes.
(…) La mente consciente no se halla en el centro de la acción del cerebro,
sino más bien en un borde lejano, y no oye más que susurros de la actividad.
David
Eagleman, Incógnito. La vida secreta del
cerebro, Anagrama, Barna 2013
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