El "comunisme" de Marx en els Manuscrits de 1844.

"...Así queda el hombre determinado por la propiedad privada, como en Lutero queda determinado por la Religión"
En el tercero de los Manuscritos económico-filosóficos, de Karl Marx (conocidos como Manuscritos del 44), en un análisis de la relación entre propiedad privada y trabajo, el autor enfatiza la diferencia entre lo que sería un comunismo ingenuo, inevitablemente abocado al fracaso por no haber pensado de manera suficientemente aguda las condiciones de posibilidad de realización del ideario, y el comunismo que resultaría de una superación de las estructuras, económicas, políticas e ideológicas imperantes de lo cual sería índice mayor la abolición efectiva de la propiedad privada, sin que el fantasma de la misma siguiera determinando, de manera subyacente, la sociedad y las mentes. Sólo esta durísimo combate triunfante contra lo que hoy es tomado como algo co-substancial al hombre, como una suerte de universal antropológico, conduciría al comunismo, descrito por Marx en términos que llama inevitablemente la atención, tanto por la radicalidad del contenido como por la exaltación del tono:

"El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto auto- extrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y se conoce como tal solución"(1)
El comunismo al que Marx aquí se refiere sería pues esa etapa del devenir humano en la que el hombre puede descifrar el sentido de su ser en el mundo, superando la vivencia polar entre su pertenencia a la animalidad y su condición de ser de palabra, entre su sentimiento de sumisión al determinismo natural y su imperativo de libertad etcétera. Avanzo una pregunta que seguramente el lector ya se habrá hecho: ¿esta el pensador afirmando que el comunismo es algo así como la comunión de los santos, una suerte de sofisticada versión de la parusía cristiana? Obviamente no. Ni Marx ni nadie en su sano juicio puede poner en cuestión el hecho de que la existencia humana es esencialmente trágica, e incluso que en tal tragedia reside lo irreductiblemente valioso de nuestra condición "le meilleur témoignage que nous puissions donner de notre dignité" (" la mayor prueba que podemos dar de nuestra dignidad") de los versos de Baudelaire.

A nadie le pasa por la cabeza que quepa una sociedad humana en la que no se de contradicción entre impulso vital y astenia provocada por la enfermedad o la vejez, entre deseo de creación y sentimiento de límite, entre deseo del otro y libertad esencial de ese otro (deseo pues del otro en su libertad). A nadie pasa por la cabeza en suma que la vida humana no se halle, en todo momento y en toda circunstancia intrínsecamente, amenazada por la contradicción. ¿Qué quiere decir pues Marx en sus exaltadas proclamas sobre el comunismo? Pues simplemente que lo doloroso del destino humano en modo alguno debe ser confundido con la indigencia material y espiritual, que una vida de confrontación a lo esencial sólo se da cuando las vicisitudes relativas a la subsistencia no son ya determinantes, que el hombre calificado en esos mismos Manuscritos de "total" (fruto de la sociedad cimentada sobre las ruinas de la sociedad marcada por la propiedad privada) se halla en las antípodas del animal humano reducido en su esencia, que oscila entre las horas de esclavitud y el ocio narcotizante.

La abolición positiva de la propiedad privada sólo puede ser "apropiación real de la esencia humana por y para el hombre" en la medida en que con tal acto de socavamiento del edificio de la alienación daría comienzo simplemente la vida cabalmente humana, que incluye la asunción plena de la tensión inherente a la dialéctica entre finitud de la condición animal y saber de tal finitud, en el origen quizás de todas las vicisitudes trágicas de la condición humana: "Esclavitud versus Tragedia" escribía aquí mismo en otro momento en relación a las consideraciones de Max Pohlenz sobre la libertad griega.

El texto de Marx tiene no sólo un trasfondo, sino un trasfondo perfectamente racional. Cabe incluso decir que es un texto heredero de las más nobles aspiraciones de la razón, las que, desde el arte a la política pasando por la filosofía y la ciencia, engrasan la actividad del espíritu humano. Marx dice algo en este magnífico párrafo que no está hoy vigente en los discursos de los políticos ya se presenten como liberadores, pero ello simplemente porque la política ha renunciado a su esencia, no por que Marx fuera presa de un desvarío.

Marx tiene en mente que la abolición de la propiedad privada tendría como corolario que el lazo concreto, pleno de diferencias y oposiciones, con los demás integrantes del todo social, sería vivido como constitutivo de la propia identidad, de tal manera que el mal o bien del otro vendría a ser el mal o bien propio. Atrás quedaría entonces el espejismo consistente en pensar que cabe el goce exclusivamente propio o goce sin relación; atrás quedaría el espejismo consistente en pensar que uno es el que es, con independencia del ser de los demás: "los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Además de estos órganos inmediatos se constituyen así órganos sociales, en la forma de la sociedad; así, por ejemplo, la actividad inmediatamente en sociedad con otros, etc., se convierte en un órgano de mi manifestación vital y en modo de apropiación de la vida humana", escribe al respecto.

Víctor Gómez Pin, Tragedia y plenitud del hombre, El Boomeran(g), 21/03/2013

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(1) Cito aquí la edición en castellano preparada por Juan R. Fajardo disponible en Internet, en algún momento ligeramente modificada.

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