Democràcia i intervenció dels Bancs Centrals.









Se ha acuñado el término de “capitalismo de los bancos centrales” (Joscha Wullweber) para referirse a la transformación del sistema económico y de los sistemas financieros globales en tiempos de crisis: el actual sistema económico no puede funcionar sin una intervención continua y no convencional de los bancos centrales. El aprendizaje que los bancos centrales han de realizar tras la experiencia de las crisis comienza con una cuestión teórica, de diagnóstico. ¿Cómo interpretamos esta era del bancocentralismo: como el final del neoliberalismo, como el retorno del Estado o con otras categorías para entender y gestionar esta nueva constelación? La dicotomía Estado-mercado no nos aclara nada porque lo que se ha fortalecido desde las crisis recientes es su imbricación. La crítica de que los bancos centrales han sacrificado su independencia con sus programas de compra de activos no parece tener en cuenta ni la naturaleza de las crisis que hemos atravesado, ni la nueva constelación entre Estado y mercado. No estamos en una nueva etapa de las relaciones entre Estados y mercados, de la clásica contraposición entre liberales y socialdemócratas, sino en una nueva constelación que ha de ser entendida y gobernada con otras categorías.

Las intervenciones realizadas por los bancos centrales durante las crisis han puesto de manifiesto que la política monetaria no es en absoluto un asunto apolítico, sino una cuestión profundamente social y democrática. El hecho de que haya cada vez más medidas inéditas que son necesarias para estabilizar al sistema financiero permite aventurar que “los próximos años serán una fase de experimentación para los bancos centrales” (Claudio Borio). Esta forma de capitalismo de los bancos centrales suscita muchas cuestiones acerca de su legitimidad y justificación que no hemos terminado de abordar.

La praxis tradicional no planteaba apenas problemas de legitimidad, pero resultaba ineficaz en tiempos de crisis; los modos no convencionales de intervenir han sido eficaces, pero deben ser juzgados con unos criterios más amplios que con el de la simple neutralidad, hasta incluir consideraciones sociales, políticas y democráticas. La neutralidad de los bancos centrales era una construcción política que permitía desplazar las medidas políticamente incómodas a unos tecnócratas supuestamente apolíticos. Hasta la pandemia esto se tradujo en unas medidas de austeridad o de equilibrio presupuestario que prohibían el endeudamiento público, dificultando así la recuperación económica. Con la pandemia se rompe esta limitación fiscal, demasiado arbitraria y demasiado rígida para responder a los desafíos a los que nos enfrentamos. La cuestión que todo esto plantea es hasta qué punto está justificado este permanente “excepcionalismo tecnocrático”, que se tradujo primero en una austeridad limitante y en una expansividad después, pero que compartían un modo de decidir opaco, elitista y cerrado a la justificación pública.

Es en este sentido en el que cabe hablar, por contraste, de una política monetaria democrática. ¿Se puede democratizar el dinero? Lo podríamos conseguir si pensamos el mandato de los bancos centrales con una paleta de valores más amplia que la tradicional fijación de los tipos de interés y que la estabilidad del sistema financiero incluye criterios que no parecen directamente económicos, como la sostenibilidad o la inclusión. Que los bancos centrales tengan una independencia respecto del ciclo político no significa que sean neutrales en relación con los objetivos que la sociedad se propone democráticamente. Hay que superar esa versión del principio de independencia como si equivaliera a una posición apolítica, neutral y tecnocrática. Una cosa es que sean independientes respecto de los gobiernos y otra que, debido a los efectos políticos de muchas de sus decisiones, no tengan que justificarlas con argumentos que incluyen valoraciones políticas.

La independencia de los bancos centrales no necesita protegerse mediante una idea esotérica de autoridad. Una cosa es que sean independientes del ciclo electoral y otra que, como instituciones que están al servicio de la sociedad, no tengan la obligación de explicar sus decisiones y justificarlas con algo más que el mero argumento de autoridad.

Daniel Innerarity, Democratizar el dinero, El País 16/10/2024

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

Darwin i el seu descobriment de la teoria de l'evolució.