Igualtat, diccionari Alain Badiou

 







El hecho de que lo posible se dirija a todos, más allá de una condición identitaria, lo que presupone es la igualdad. Aquí se vinculan universalismo e igualdad. Si la proposición universal se dirige virtualmente a todos sin condiciones, presupone que las identidades no implican forzosamente una desigualdad. Todos somos iguales ante una proposición universal.

… el universalismo auténtico que estamos tratando de definir aquí, no el universalismo formal por supuesto, el universalismo (que) anuncia una posibilidad nueva que vale para todos, es por naturaleza subversivo puesto que es igualitario. Es igualitario con respecto a las naciones, a la cuestión del saber, a los papeles sexuales, a la distribución de las formas, etc.

El mundo está estructurado por desigualdades, a menudo terribles, desigualdades de hecho. Y, sin embargo, todo universalismo exige la igualdad en el orden propio al que corresponde cada proposición. El universalismo no está dado en el mundo: es un acontecimiento. En cierto sentido, siempre es algo que se propone contra el mundo, regido normalmente por códigos desigualitarios. Por eso, tenemo una lucha, una contradicción y un conflicto entre el surgimiento de nuevas posibilidades universales dirigidas a todos y el mundo tal y como es.

Hay una idea fundamental, desarrollada por mi amigo y compañero Jacques Rancière en su obra filosófica y teórica, que dice que en el interior de una proposición universal se está obligado a plantear la igualdad como un axioma y no como un programa: hay igualdad”. Claro que hay desigualdades, pero la subjetividad se constituye en la afirmación del derecho absoluto de la igualdad. La igualdad es un principio, no un resultado. La proposición universal afirma la igualdad, aún constatando la desigualdad. Y cuando se constata la desigualdad, se constata como algo patológico, una inversión de la situación normal. Hay que considerar que el estado normal de las cosas es la igualdad, lo que hay en un principio es la igualdad. Y si no hay igualdad, se trata de algo anormal. Para quien trabaja en el interior de una proposición universal, la igualdad es la ley del mundo. (…) Esta es una ley general. Se va desde la igualdad a la desigualdad, nunca en sentido inverso. Se deba examinar a la desigualdad a la luz de la igualdad, de que lo que debe haber en una situación normal es la igualdad.

(Si la igualdad es la situación normal), la desigualdad es una situación patológica y como tal hay que tratarla: examinar las causas, los síntomas, aportar un diagnóstico y un remedio. Como si fuera una enfermedad del cuerpo colectivo. Un terrible virus que mina el cuerpo de la colectividad y que hay que erradicar para que la igualdad funcione absolutamente como principio en las relaciones personales y entre las distintas colectividades humanas.

Hay gente que está a favor de la igualdad y gente que está en contra, pero no es ésa la situación, se trata de algo más complejo. El problema no es saber si se está a favor o en contra, sino cómo se aborda el tema: ¿consideramos la igualdad como un principio que nos dice lo que es una sociedad normal o lo consideramos como un objetivo más o menos ilusorio y lejano al que quizá dentro de un millón de años podemos acercarnos mediante mil pequeños esfuerzos reformistas?

 

Alain Badiou, La potencia de lo abierto: Universalismo, diferencia e igualdad, Archipiélago 73-74, páginas 21-34, diciembre 2006

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