Progrés tècnic i desigualtat.

Algo sabemos por experiencia. En la historia de la humanidad no hay técnica que no se haya distribuido desigualmente. No existe ningún hallazgo técnico que no haya aumentado la desigualdad entre los humanos. Y no conocemos ninguna desigualdad que, habiendo generado superioridad radical de unos grupos sobre otros, no haya disparado la violencia entre esos grupos. Imaginemos el futuro: seres humanos que pueden respirar y beber agua sana por tener acceso a los medios técnicos suficientes para producir ambos bienes, frente a otros que deberán atenerse a las condiciones ambientales dadas. Eso dividirá a los seres humanos. Las últimas evidencias de lo que podría ser un derecho natural (respirar, beber agua) desaparecerán. La condición biológica básica (oxígeno en sangre) separará a los seres humanos. Los parámetros temporales de la vida se alterarán. El sentido básico de pureza y de contagio romperá la comunidad humana, como al principio, y no desde luego por un sentido mágico. Significará una vida envenenada o no. Debemos preguntarnos quién convencerá a los desfavorecidos de que deben aguantar esta situación.

Esta es la pregunta por el espíritu. Cuando la diferencia implique la supervivencia de la vida desnuda, aquella pregunta no tendrá respuesta. La violencia estará libre de todo componente legitimador. La lucha por la vida desnuda no puede sino regresar a la violencia desnuda. Cuando lo que esté en juego sea respirar o asfixiarse, cuando eso produzca la certeza de acortar la vida frente a los que puedan gozarla íntegra, será difícil mediar el conflicto por consideraciones de valor. Esto podría haberse aguantado al principio de la evolución de la humanidad. Tras la democratización del mundo será insoportable. No tenemos que multiplicar estas amargas perspectivas con los elementos adicionales de subida del nivel del mar, desertizaciones, emigraciones masivas, concentraciones urbanas insoportables, algo que se parece mucho a un círculo vicioso. Baste recordar que, desde el principio, esas urbes monstruosas fueron el escenario babélico que integra todo Apocalipsis.
José Luis Villacañas, La cuestión del espíritu, Levante-EMV, 09/12/2019

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