La teatralització de la política (Antonio Valdecantos).
Lo que se está dando no es una revuelta ni una revolución, sino una sofisticada escenificación de episodios. Las calles se ocupan no para controlarlas, sino para servir de producción de imágenes que puedan blandirse como signos de hegemonía. El discurso del independentismo catalán es infantil, no se lo puede tragar nadie medianamente inteligente. Pero desde que el mundo es mundo, las personas más inteligentes que ha hecho Dios se han tragado los discursos más aberrantes y más pueriles.
A mi juicio, la nueva política ha derivado en una teatralización. Ha cuajado una especie de habituación al espectáculo. Nos hemos instalado en un papel de consumidores y productores de espectáculo. Han aparecido nuevos líderes con un estilo rompedor, novedoso, iconoclasta, escandaloso. Es como si hubiera sido una revolución imaginaria que es lo que ha dado salida al descontento. La movilización callejera históricamente fue otra cosa. Las calles se tomaban para tomarlas, como parte de la toma del poder, que después podía triunfar o fracasar. Ahora se toman las calles para hacerse selfies y fotos de mayor amplitud para proporcionar imágenes de poderío y control. Está por ver la capacidad de innovar de los agentes de la nueva política. En el momento que aburran, están perdidos.
Las redes sociales forman parte de ese espectáculo y son su expresión más característica. Ya no se usan como medio para convocar. Ahora, el momento más importante de cualquier movilización es la difusión de las imágenes. Como si la movilización se produjera para ser fotografiada. Es muy fastidioso el prestigio intelectual y cultural que ha cobrado, por lo menos desde el 15-M, la ocupación teatral de calles y plazas. Muchos intelectuales se extasían ante ellas, proporcionando una muestra bastante kitsch de romanticismo político. Los paradigmas de la ocupación de plazas son la aclamación caudillista y la ejecución pública, aunque luego se puede decir que no, que las masas se reúnen para destilar refinados argumentos.
La política es un espectáculo activo. Ya no es la vieja idea de Debord. No es que estemos en el patio de butacas y miremos al escenario. Exagerando un poco, el nuevo derecho de todos los derechos es el de formar parte del espectáculo. Yéste tiene que renovarse permanentemente. El concepto de nueva política, por ejemplo, ya ha caducado. Este comienzo de curso creí conveniente hablarle a mis alumnos de ese concepto que se ha dado en llamar posverdad. Pero me dio la impresión, mientras hablaba en la clase, que esta palabra también caducará dentro de unos meses. De hecho, ya está bajando de intensidad. Eso forma parte de la condición efímera del espectáculo, si no se renueva constantemente, puede llegar a aburrir a las gentes.
Lucía Méndez, entrevista a Antonio Valdecantos: "España está en medio de un 98 intreior cuyas secuelas serán duraderas", el mundo.es 07/10/2017
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