Superar la tirania de la intimitat.

by Ouka Leele

Basándome en unos párrafos de Descartes me refería en pasadas columnas al perezoso y conservador yo forjado en la huida de la confrontación (en el caso de Descartes confrontación con una todopoderosa  voluntad de engañar, un Dios "que dedica toda su industria a engañarme"), frente al sujeto del pensar,  que  repudia tanto la situación de ser engañado como la sumisión que ello conlleva. Sugería que el yo, que consideramos una suerte de reducto inexpugnable es en realidad un constructo, la expresión quintaesenciada de un conjunto de aspectos que configuran lo que consideramos esfera íntima de nuestra vida. De ahí que  la sospecha en relación al yo sería útil que se extendiera al concepto mismo de intimidad. Si el pensamiento fértil tiene como condición necesaria el superar la tiranía del yo, quizás deba  con mayor generalidad superar la tiranía de la intimidad.

"Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de la familia". Así presenta el diccionario de la Academia el término intimidad...en su segunda acepción, pues  la primera es la de amistad íntima, dónde el calificativo hace referencia a lo más interior o interno.

Hay como general acuerdo  que lo íntimo constituye un ámbito  que ha de ser respetado. Pero desde luego hay serias divergencias respeto a las fronteras de la intimidad. Recuerdo que en Francia se consideraba de mal gusto preguntar a alguien por su voto, por considerar que la decisión respecto al mismo habría de ser tomada en meditación consigo mismo, y ello fueran cuales fueran las actitudes políticas de la persona en cuestión, sobre las cuales no existía ningún tabú y hasta era convencional el expresar profusamente.

Obviamente esta polaridad entre las convicciones políticas, que pueden ser exteriorizadas por ser consideradas públicas,  y la decisión íntima de tal o tal voto se diluye en ocasiones. En un régimen totalitario se exterioriza una cosa aunque se piense otra...íntimamente.

Cabe  incluso que se llegue a invertir la situación: votar lo que todo el mundo sabe que se vota, mientras que lo que realmente se piensa en materia de político es impublicable, reservado para sí o en todo caso expuesto "a vista de pocos, familiar y domésticamente" o sea de manera privada.

La intimidad, aleatoria pues dependiente de normas y relaciones de fuerzas cambiantes  se halla en todo caso  amenazada, cuando el entramado social tiene fuerza para hurgar en las conciencias, por ejemplo torturando, o mediante instrumentos como la obligatoria confesión. Instrumento este último para abolir las fronteras de la intimidad mucho más  eficaz que la fuerza, como bien sabe el poder vaticanista, al menos desde la revolución ignaciana, que marca a hierro las conciencias para que sólo en la desnudez de la confesión quepa la reconciliación con uno mismo.

Si el desvelo de la intimidad ajena ha sido una constante (sea por procedimientos inquisitivos, coercitivos sin tapujos o persuasivos en apariencia), no lo es menos el deseo de tal exteriorización. Complicidad dialéctica bien conocida por los publicistas,  paradigma de lo cual es que para determinada  casa de prendas de vestir se haya elegido el término intimissimi.

En cualquier caso, más o menos reducida en su espectro, la intimidad del otro es un reducto de la alteridad.  Si la intimidad del otro no fuera tabú no habría deseo de franquearla y si la intimidad propia no fuera el ámbito de la identidad no la protegeríamos de la incursión ajena.

Sentimos que la intimidad es nuestro ser, ocultado  en ocasiones por la urgencia de adecuarse a circunstancias ajenas, adecuarse al guiñol social determinado por relaciones de fuerza afectivas, económicas, etcétera. Podemos estar reconciliados con este ser íntimo o por el contrario considerarlo vil, cobarde o  impostor, mas en todo caso experimentamos que acompaña todas nuestras representaciones del mundo y marca el papel más o menos cambiante  que nos asignamos en él.

Todos sospechamos que el impulso que nos lleva a comer un helado es en realidad un acto de mera obediencia. La cosa no es muy diferente tratándose de la degustación de un vino, o de la emoción fetichista provocada por una prenda que luce el eventual partenaire sexual.  Nuestra vida es ya como una piel reducida a poros por los que se infiltra esa modalidad del mal que es la reducción de toda cosa a mercancía. Somos lo que deseamos y deseamos lo que está mandado. Y sin embargo...es imposible que siempre haya sido así. La apertura originaria al mundo, el momento en que el in-fante  da paso al ser de pensamiento y de lenguaje, no consiste en mediatizar las cosas por el valor sino el mediatizar las cosas por las palabras. De tal apertura queda en cada uno de nosotros necesariamente un rescoldo. Hacer que reviva este rescoldo, restaurar el momento en que  la exhaustiva porosidad de nuestra superficie sea infiltración de las palabras,  a la vez que apuesta por la dignidad propia (la inmersión redentora expresada en la metáfora del pozo artesiano) es apuesta por la realización colectiva, redención de uno mismo en una práctica modificadora del nudo relacional que es siempre el hombre. Uno en la pólis, es decir, cabalmente ciudadano.

Víctor Gómez Pin, Obediencias: la intimidad como reducto, El Boomeran(g), 11/07/2011
http://www.elboomeran.com/blog-post/6/11018/victor-gomez-pin/obediencias-la-intimidad-como-reducto/


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