El PSOE l'alternativa com alternança, no com alteritat.


Rajoy ha realizado el debate que más le convenía. Es decir, el “NO debate”. Forma parte de su particular código de la comunicación política, el que hace de la ausencia -paradójica y contradictoriamente- la mejor virtud. Sin estrategia clara, y con numerosos errores en estos seis meses, el Presidente ha situado el debate en el terreno que le favorece, con menos costes. Gana el cálculo electoral, pierde la política.

La intervención política de Mariano Rajoy ha sido, deliberadamente, post-ideológica. Un texto notarial. Un acuse de recibo para los socios europeos. Rajoy ha conseguido vincular su tradicional “lo que hay que hacer” con la idea de que “no hay más remedio”. Aquí tiene la llave de la legislatura. Renuncia a la autonomía de la independencia -escasa y debilitada- a cambio de la ejecución dependiente. Si no se puede ser patrón, no es una mala opción ser capataz, pensará. También lo pensarán muchos ciudadanos y ciudadanas, creo.

La generosidad inicial de Rajoy con el PSOE y su líder, al referenciar su apoyo previo al Consejo Europeo, es un reconocimiento que habla bien de él y de Rubalcaba. Pero tiene trampa. Es un cebo fácil de picar por lo atractivo que resulta. Al elogiar a la oposición, les ha hecho cómplices de las medidas y de las soluciones. Así, sin debate, no hay alternativa. Los ciudadanos, y en particular los electores socialistas, asumirán que la falta de beligerancia, aunque sea ideológica, no es responsabilidad política sino claudicación y complicidad. Quizás Rubalcaba podría explorar el camino, incierto y complejo, de compartir diagnósticos e incluso llegar a soluciones similares (o caminos nuevos), pero haciéndolo por razones diferentes, o con argumentaciones nuevas. No es fácil, seguramente. Pero sin debate, no hay crítica. Y sin esta, no hay alternativa.

La ausencia de debate, o la percepción de ello, contribuye a consolidar la mayoría absoluta del Partido Popular. La convicción de que “la culpa” del PSOE, en la situación actual, tardará en olvidarse o relativizarse agudiza la dificultad para diferenciarse y construir la alternativa no desde la alternancia sino desde la alteridad. Pero la culpa, que tiene carácter autocrítico, puede dar paso involuntariamente al complejo. O a la indiferenciación. Rubalcaba busca su espacio político. Pero no tiene, quizás, tres de las variables decisivas: tiempo, margen de maniobra y aliados (o contrincantes) dispuestos a participar de su juego. Y si bien es cierto que dos no se pelean, si uno no quiere…, también es cierto que dos no acuerdan aunque uno quiera.
El PSOE tiene razón cuando dice y afirma, recurrentemente en campañas electorales y discursos, que no “son lo mismo” que el PP. Pero hay algo peor, parecerlo. Este es el riesgo de creer que la ley del péndulo es inexorable y que, aunque sea tarde, el ciclo político cambiará. Esta convicción, así como una gestión zen de la adversidad y una resistencia numantina, alimentaría la opción serena y prudente de esta opción opositora. Pero la bola del péndulo puede no volver y, como sabe todo el mundo, su movimiento tiende a ser menor.
La sesión de hoy anuncia una agenda de cambios y transformaciones de naturaleza -casi- constitucional. Rajoy opta por la contabilidad, dejando el espacio para la política. Habla a los mercados y a los socios. El diálogo con la ciudadanía se abre a nuevos y más dinámicos actores políticos que se expresan con nuevos códigos, formatos y plataformas.
Este debate debería haber sido el Debate del Estado de la Nación. O un nuevo Debate de Investidura. Y nos hemos quedado con la lista de la compra del supermercado. La política retrocede. Ganan las calculadoras. Y, en este terreno, solo le va bien al cajero.
Antoni Gutiérrez-Rubí, Sin debate, no hay alternativa, Micropolítica, 11/07/2012

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