El poder de la City.
Hay ocasiones en las que comprender por qué aumenta la desigualdad entre ricos y pobres se vuelve un juego de niños. El escándalo ‘Barclays’ destapado a inicios de mes en el Reino Unido nos muestra de forma tan clara como indignante la forma como un grupillo de banqueros puede controlar la economía a su antojo mientras se toman una pinta de cerveza en un pub de la City of London, una isla financiera de una milla cuadrada en la capital británica en la que están presentes muchas de las empresas más importantes del mundo.
A pesar de la gravedad del tema, que una veintena
de bancos se salten las reglas del juego en beneficio propio no es más que un
nuevo ejemplo que demuestra que en realidad el problema es de mucho mayor
calado.
Veamos.
La City of London constituye un centro financiero
global gobernado por su propio alcalde, el Lord Mayor, elegido no sólo por la
ciudadanía, sino también por empresas que emiten su voto después de gastarse
fortunas en apoyar las campañas del candidato que mejor representa su intereses
particulares. Cuanto más grande es la empresa, más peso tiene el voto. En la
City no hay partidos políticos, sólo candidatos asociados a determinados grupos
de interés empresariales. Viva la democracia.
El principal objetivo del Lord Mayor de la City
of London no es otro que el de representar los intereses de las empresas ante el
gobierno británico, Unión Europea y quien se ponga por delante. Un reciente
informe estima que el lobby financiero de la City se gasta 93
millones de libras esterlinas al año en presionar al gobierno británico. No es
de extrañar por tanto que con el paso de los años se haya ido relajando en la
City la regulación de la actividad empresarial. Y claro, luego pasa lo que pasa.
Hoy día, la City of London es un paraíso fiscal en toda regla
donde las empresas actúan con opacidad y aumentan sus beneficios gracias a
importantes ventajas fiscales. La posición del Primer Ministro David Cameron en
todo lo relacionado con la crisis europea no se puede entender si no se tiene en
cuenta el enorme poder que acumulan y la presión que ejercen las empresas de la
City.
Pero es que hay más. La City es sólo el centro de una telaraña financiera formada
por un conjunto de paraísos fiscales (ver aquí el enlace a la Campaña de
Inspiraction), muchos de ellos controlados de forma directa por el Reino
Unido, que actúan como conductos financieros. En el anillo más cercano se
encuentran las islas de Mann, Jersey y Guernesey; en un segundo anillo operan
lugares como las Islas Bermudas, las British Virgin Islands o las Islas Caimán.
Finalmente, lugares como Hong Kong o Singapur son igualmente fundamentales en la
canalización de flujos financieros hacia la City londinense. De las 100 empresas
más importantes registradas en la Bolsa de Londres, 98 tienen subsidiarias en
paraísos fiscales. ¿Cuántas? Pues entre todas, nada más y nada menos que 8.492
subsidiarias. Según Action Aid (link 2), solo Barclays tiene 174 subsidiarias en
las Islas Caimán. ¿Y cuál es tipo impositivo en las Islas Caimán? Pues se dice
pronto: 0%. El mismo que en las Islas Bermuda.
Así pues, no es de extrañar que, según Christian Aid, los países en vías de desarrollo pierdan cada
año 160.000 millones de Euros como consecuencia de la evasión y
el fraude fiscal llevado a cabo por empresas multinacionales de
Estados Unidos y la Unión Europea que utilizan diversas artimañas para trasladar
sus beneficios allí donde no pagan impuestos. Tampoco puede sorprender que, de
acuerdo con Global Financial Integrity, África sea acreedor neto del resto
del mundo. La misma OCDE reconoce que por cada dólar que África recibe como
ayuda al desarrollo, 3 dólares salen de África en forma de flujo ilegal de
capitales. ¿Hacia dónde se va ese dinero? Pues hacia lugares como la Wall Street
de Nueva York o la High Street de la City of London. Según el diputado británico
Mark Field, sólo en el segundo trimestre del 2009, 332.000 millones de dólares
llegaron a la City of London procedentes de los tres paraísos fiscales que
forman el primer anillo.
Y mientras tanto, las personas que viven en
pueblos y ciudades en los países en vías de desarrollo, muchas veces en calles
que ni siquiera tienen nombre, siguen viviendo en la más absoluta
pobreza.
Gonzalo Fanjul, La pobreza y el escándalo Barclays, 3.500 millones, 11/07/2012
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